El perfil contemporáneo de las Palmas de Gran Canaria desde la playa de las Alcaravaneras
A finales del año 1953 se publica en Madrid el número extraordinario 140-141 de la Revista Nacional de Arquitectura dedicado a las islas Canarias. En el mismo se incluían sendos artículos dedicados a los planes urbanísticos que en esos años se estaban gestando orientados a la reforma y expansión de las dos principales canarias, Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife. El primero había sido redactado por el arquitecto vasco Secundino Zuazo y constituye un documento excepcional para comprender el devenir de la ciudad en la segunda mitad del siglo XX.
En Gran Canaria, a comienzos de los años 40, la aparición fortuita del gran urbanista Zuazo supuso una circunstancia importantísima para el futuro desarrollo de la ciudad. Ocurrió como resultado de su exilio obligatorio tras la Guerra Civil española, debido a su notable implicación técnica con el bando de los perdedores. La apertura de un expediente de depuración política supuso para él entonces la inhabilitación profesional y su alejamiento temporal de Madrid.
Acogido en Gran Canaria por el también colega y antiguo alumno, Miguel Martín Fernández de la Torre, a pesar de su suerte política, Zuazo adquiere enseguida encargos y responsabilidades importantes. Fruto de esos contactos resultaría un proyecto de ciudad que permitiría encauzar racionalmente el potente crecimiento experimentado por la capital de la isla. El Plan General de Ordenación y Trazado de Las Palmas de Gran Canaria, aprobado en 1944, define con acierto las principales líneas maestras que pautaran posteriormente la futura expansión de la ciudad en un proceso que abarca más de 50 años y al transformarían en una metrópolis expresiva del urbanismo del siglo XX.
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