Pintura, civilización y naturaleza

Midnight (Medianoche). Kim Dorland, 2010

La atracción del bosque es una experiencia sublime que ha interesado a los artistas durante generaciones. Un espacio primigenio que ofrece un contacto más directo con el universo y también con las contradicciones en relación a la vida y la muerte que se experimentan en esta tierra que habitamos. Es lo que tratan de expresar algunos pintores recientes como Kim Dorland y Till Gerhard que destacan por la brillantez de sus lienzos.

Her favourite place (Su lugar favorito). Kim Dorland, 2007

En Canadá, la fuerza del bosque primitivo ofrece una sugestión magnética en la que lo visual de la vegetación acaba tiñendo las rutinas de aquellos que viven en ese país inmenso. Como Kim Dorland que continúa una tradición centenaria de búsqueda de imágenes sensuales en los bosques septentrionales.

En una de sus últimas exposiciones, titulada The return of painting (El retorno de la pintura), Dorland reivindica la práctica de la pintura al aire libre, una manera de hacer que todavía hoy se considera pasada de moda pero que está experimentando un fuerte resurgimiento. Quizás ello, sea explicable en el creciente rechazo a la mercancía ya la producción masiva de objetos y, en relación a ello, con una voluntad colectiva de aprehender experiencias que resuman autenticidad.

Dorland se fija en sí mismo como foco de atención y titula una de sus piezas hechas en 2013 You are here (Tu estás aquí), para expresar la presencia humana en un entorno natural o ligeramente habitado. Esas pinturas recientes, que se materializan con una fuerte incidencia del color, tratan de representar al propio artista inmerso en el ambiente cotidiano que le rodea, buscando aquello que es peculiar, casi canadiense. Presenta al bosque como un entorno intensamente peligroso y, a la vez, mágico. La densa vegetación ofrece un escenario para el misterio y la percepción de la amenaza que se cierne sobre sus visitantes. Con sus densas y masivas pinceladas, trata de establecer un dialogo intenso de comunicación sensual con el espectador. Las frágiles criaturas que lo habitan también pueden resultar amenazantes en su carácter otro. Un anticipo de la llegada del mítico Wendigo, ese espíritu monstruoso que sobrevuela las copas de los árboles y del que solo es posible percibir su presencia como el rumor del viento sobre las copas de los árboles.

Nature painting (Pintura natural). Kim Dorland, 2008

Así, en sus obras, Kim Dorland nos presenta a esos habitantes extraños que viven en los bosques y a los que nos presenta como alienígenas de vibrantes colores. Unos seres a los que la civilización tecnológica ha expulsado de nuestro entorno cotidiano hasta parecer casi procedentes de otro planeta. Aquellos seres que no son de utilidad inmediata a la humanidad han desaparecido de nuestra confortable escena cotidiana para pasar a integrar una suerte de genocidio oculto a la mirada. Sin embargo, el bosque puede verse también como un lugar para la esperanza en el que un rayo de sol nos puede sorprender en un instante de fulgor para devolvernos la inocencia primitiva.

La obra de Dorland fórmula así todo un cúmulo de sugerencias que surgen de la contemplación de una pintura densa y vibrante que se recrea en escalas cromáticas improbables.

Till Gerhard es un joven artista alemán que también nos trata de mostrar una nueva manera de apreciar la relación entre cultura y paisaje. Con una técnica que mezcla naturalismo y abstracción, sus oníricos cuadros devuelven al espectador a aquella visión romántica de vuelta a la vida salvaje que propugnaron los grandes poetas naturalistas americanos, como Henry David Thoreau, Ralph Waldo Emerson o Walt Whitman.

Der anthroposoph. Till Gerhard, 2008

El anarquismo, esa ideología que propugna la máxima libertad de los individuos y el retorno a un pasado sin normas ni constricciones sociales es, en su romanticismo, una posición ideológica recurrente para muchos. Ser anarquista es, todavía hoy, sumamente atractivo para los artistas, esas personas inmersas en un universo de creatividad sin reglas ciertas.

En Till Gerhard se palpa un hálito casi trascendente de raíz cristiana. Una referencia constante a la antroposofía, aquella búsqueda del conocimiento que lideró Rudolf Steiner y que es venerada como una religión por muchos en Alemania. Un movimiento espiritual con muchos seguidores en el centro de Europa que tiene como objetivo alcanzar aquella aspiración del hombre que trata de entender su papel en el mundo.

La cabaña apartada en el bosque, como aquella a la que se retiró Thoreau para escribir su conocida obra Walden, es una imagen a la que se acude para expresar un lugar en el que existe una convergencia del hombre con lo natural. Un espacio mítico, más allá de las normas y convenciones colectivas, en el que se pueda dedicar el tiempo a la contemplación y al disfrute de lo incontaminado. Un espacio para ser uno mismo sin restricciones.

Female String Theory (Teoría femenina de las cuerdas). Till Gerhard

Gerhard se fija también en las culturas primitivas en su relación con la natural. Trata de presentarnos aquellos ritos y formas en las que estas trataban de relacionarse con el medio salvaje como una manera de entender hoy nuestra posición en la tierra.

Viendo estas imágenes enseguida surge la remembranza de aquel otro momento más reciente, en el que un movimiento juvenil pretendió renunciar a las ventajas de la tecnología para disfrutar de las flores. Ser hippie significó para muchos, en los años 60 y 70 del siglo XX, el rechazo a la acelerada evolución de la cultura occidental hacia una primacía de la economía y lo tecnológico. Y algo de hippie hay en la pintura de Till Gerhard, en la que se aprecian rasgos estéticos derivados de la búsqueda de nuevos significados más allá de las formas civilizadas habituales.

Person. Till Gerhard

Todo esto es una parte de lo que Gerhard trata de reflejar en sus grandes cuadros. Como en Walden, el pintor de Hamburgo se sumerge en una vida en el bosque para dirigir nuestra mirada hacia un exquisito universo paisajístico en el que la belleza de lo natural adquiere un carácter casi psicodélico. Mientras, presenta de una manera naturalista los rasgos de la vegetación y a personajes protagonistas insertos en ella como figuras mitológicas recluidas en el Olimpo. Al mismo tiempo, superpone manchas de color desvaído que sugieren presencias fantasmales y confieren un carácter amenazante a lo idealizado. Parecería que estas ensoñaciones utópicas traen aparejadas la inexorable sumatoria de la confusión destructiva.

We can lift anything. (Podemos levanmtar cualquier cosa). Till Gerhard

Viendo los cuadros de este pintor surge la sugerencia de que existe una tensión entre la civilización y la naturaleza. Este esfuerzo tiende a hacerse más difícil a medida que la humanidad va domesticando paulatinamente cada centímetro de la tierra y el mar. La resistencia de lo natural y su vigor tienden a incrementarse exponencialmente en contrapartida a su destrucción. No obstante, esas formas y colores desprenden una cierta fe en el futuro de la humanidad a la búsqueda de nuevas expresiones espirituales basadas en la experiencia de cada individuo aislado y en libertad.

Algo así expresaría Henry David Thoreau en el capítulo 5 de Walden, titulado Soledad:

 Es una noche deliciosa noche, cuando todo el cuerpo es un solo sentido, y se empapa de deleite a través de los poros. Voy y vengo con una extraña libertad en la naturaleza, una parte de sí misma. Mientras camino solo en mangas de camisa por la orilla pedregosa de la laguna, a pesar de que hace fresco y está nublado y ventoso, y no veo nada especial que me atraiga, para mí todos los elementos son agradables. La rana toro canta para adentrarse en la noche, y la nota del látigo se integra con los rizos del viento, ondulando el agua. Mi sintonía con el aleteo del aliso y el álamo casi me quita el aliento, sin embargo, como el lago, mi serenidad se modula pero no se agita. Esas pequeñas olas levantadas por el viento de la tarde están tan alejadas de la tormenta como la suave superficie reflectante. A pesar de que ahora es oscuro, la mente todavía sopla y ruge en el bosque, las olas todavía embisten, y algunas criaturas arrullan el resto de sus notas. El reposo no es nunca completo. Los animales salvajes no reposan, buscan su presa ya; el zorro, y la mofeta, y el conejo, que vagan ahora por los campos y bosques sin miedo. Son los vigilantes de la Naturaleza, enlaces que conectan los días de la vida animada.

 ¡Grande, Thoreau! O como Gerhard tituló una de sus primeras exposiciones en Hamburgo:

Ohne uns hatte man Beton (Sin nosotros tenían Hormigón)

Untitled (Sin titulo). Kim Dorland, 2011

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