Figuración del espacio interior en el Centro para el Tratamiento del Cólera. Port au Prince, Haití. MASS Design Group, 2015
Los arquitectos siempre hemos intentado acercarnos al poder para construir nuestra idea del espacio. En el pasado, esa condición estaba representada por los monarcas y su sequito próximo, hoy el poder se circunscribe a aquellos que detentan la riqueza masiva y controlan la política y el pensamiento. El papel de la arquitectura ha cambiado en consecuencia y, actualmente muchos tratan de colaborar en la representación de ese status de dominio de una manera sutil.
Como ocurre con las actuaciones dotacionales de las instituciones filantrópicas y sus propuestas paliativas para ayudar supuestamente a aquellos que más sufren. Instituciones americanas como las fundaciones Rockefeller, Ford, Clinton o Gates construyen pequeños equipamientos en los lugares más empobrecidos del mundo como una forma enmascarada de difusión de la supremacía ideológica de los valores americanos. Algunas arquitecturas filantrópicas recientes reflejan la sutileza de estos procesos. Sin embargo, hay también algunas alternativas en las que se ejerce positivamente ese esfuerzo paliativo.
Esquema de distribución de usos del Centro para el Tratamiento del Cólera. Port au Prince, Haití. MASS Design Group, 2015
El dominio manipulador de las minorías acaudaladas a través de la filantropía corporativa se enmascara mediante actuaciones que parece que tratan de estimular el bien común para así destacar su carácter bondadoso. Las organizaciones sin ánimo de lucro que trabajan en los países más depauperados son entidades legales con gigantescos recursos, exentas de impuestos y cuyos resultados reales nadie evalúa. Es otra herramienta para difundir el carácter supuestamente positivo e irreversible del modo de vida occidental, al mismo tiempo que se desmantelan los bienes colectivos de los más necesitados.
Según la escritora india Arundhati Roy, el Fondo Monetario Internacional, en su campaña para imponer la agenda de valores del capitalismo neoliberal, ha ido obligando paulatinamente a todo tipo de gobiernos a reducir casi totalmente la construcción de bienes públicos tales como infraestructuras básicas que mejoren las ciudades y también en la eliminación de las inversiones en sanidad, educación, atención a la infancia y a los mayores. Y de esa manera, algo que debería ser un derecho consustancial a la mayoría de la población se ha transformado en actividades caritativas y benéficas ejercidas por instituciones lejanas. Elementos esenciales para la calidad de vida son así suministrados con cuentagotas y contados con todo lujo de detalle a través de los medios de comunicación de masas para expandir una visión positiva de la explotación más descarnada, aquella que suele quedar escondida en la sombra y diluida en el flujo incesante de impactos propagandísticos.
En el último medio siglo se ha extendido así una visión caritativa de la intervención humanitaria para paliar los efectos combinados de las catástrofes y la pobreza creciente. En los países más desarrollados han surgido numerosísimas organizaciones sin ánimo de lucro que tratan de encauzar la conmiseración de algunos bienintencionados frente a las desgracias lejanas.
Lo cierto es que la desigualdad planetaria que genera el capitalismo se acelera vertiginosamente concentrando la riqueza en grupos muy reducidos de personas. Según “Una economía al servicio del 1%“, un estudio reciente de Intermon Oxfam, hoy las 62 personas más ricas del mundo concentran un patrimonio equivalente al de 3.500 millones de personas. Hace 5 años esa estimación proporcional de riqueza abarcaba todavía a 400. Se hace evidente que cada vez son menos los que disfrutan de unos privilegios negados a la inmensa mayoría. Y también es destacable que se reducen los lugares que cuentan con alimentación, trabajo y servicios comunitarios accesibles y suficientes para toda la población.
Una consecuencia de ello es la bajísima calidad de vida en las grandes concentraciones humanas que se han ido generando en el planeta. El valle del río Ganges, por ejemplo, es una de estas regiones afectadas por la superpoblación, ocupando una superficie geográfica de un millón de kilómetros cuadrados entre cuatro países, Tibet, Nepal, India y Bangladesh. Un territorio habitado por 500 millones de personas que conviven en condiciones extremadamente frágiles y de enormes dificultades de acceso a recursos esenciales como el agua. Así uno de los lugares más densos de Asia presenta un hábitat de una precariedad extrema, con unas condiciones de urbanización y de vivienda extremadamente difíciles. De una manera clara, ese espacio geográfico refleja que la pobreza urbana es el problema más significativo -y políticamente explosivo- con el que tendrá que lidiar la siguiente generación en este siglo. Algo que ya advertía con rotundidad el sociólogo californiano Mike Davis en su libro Planet of Slums de 2006.
Construcción con materiales tradicionales de la Residencia para Artistas Thread. Sinthian, Senegal. Toshiko Mori, 2014
Frente a este problema inconmensurable la reacción de los más concienciados va desde la aportación anónima a instituciones caritativas de todo tipo hasta la implicación personal y directa sobre el terreno. Se trata de colaborar a paliar los efectos del deterioro humano sobre miles de millones de personas que sufren una distribución injusta de los bienes necesarios para su subsistencia. Las fundaciones y entidades filantrópicas de todo tipo surgidas al socaire de este sentimiento humanitario colectivo tratan de canalizar esos recursos, en muchos casos en beneficio de intereses espurios. Se trata de moldear la voluntad de gobiernos y comunidades según la voluntad de las élites de los países avanzados.
En relación con estos fenómenos, se propugnan distintas visiones desde la arquitectura, entendida como expresión técnica y cultural. Se pueden detectar algunas aproximaciones que van desde la imposición de propuestas completamente ajenas a las comunidades con el apoyo de los representantes políticos hasta la implicación radical con los problemas concretos de los habitantes a través de la generación de puntos de encuentro y debate.
La visión intervencionista y filantrópica que evidencia un divorcio radical respecto a la voluntad de los locales suele apoyarse sobre prejuicios sobre lo que se necesita. Y lo que es más grave, aunque puede haber una mejora directa (sanitaria, educativa, cultural, etc.), gran parte de los recursos no llegan a beneficiar a los residentes generando rentas que les ayuden a mejorar su lamentable situación económica. Así, se impone una agenda reaccionaria que oculta la ínfima inversión real en los lugares que lo necesitan frente a los escandalosos recursos que son acopiados en los países avanzados en beneficio de estructuras propagandística.
Algunos entienden que la arquitectura de calidad desarrollada en zonas de pobreza extrema puede ejercer un efecto positivo sobre aspectos cruciales de la vida diaria, restaurando la dignidad de aquellos que pueden disfrutarla. Es el planteamiento hipócrita de algunas organizaciones no gubernamentales que disponen de esos inmensos recursos provenientes de donaciones filantrópicas masivas. Se trata de aportar unas formas de construcción culturales que nada tienen que ver con las prácticas locales.
Un ejemplo de ello es el Centro para el Tratamiento del Cólera GHESKIO en Port au Prince, Haití. Representa esta manera de entender una arquitectura de la filantropía basada en la imposición de recursos tecnológicos avanzados y sistemas constructivos totalmente importados. Este edificio, diseñado por la oficina bostoniana MASS Design Group, y terminado en 2015 con apoyo de la fundación del ex-presidente Bill Clinton, refleja algunas preocupaciones formales recientes en la arquitectura contemporánea como el énfasis en el plegamiento de sus cubiertas. También la aplicación de celosías metálicas perforadas en filigrana con el objetivo de tamizar la luz. La aplicación masiva del color blanco en interiores, pavimentos continuos y chapados exteriores son también algunos de sus rasgos significativos que lo definen como un objeto construido alienado del lugar. Es una idea totalmente extraña a las maneras expresivas y constructivas de los habitantes de Haití. En este caso, la importación masiva de ideas materiales y técnicas poco ha contribuido a sacar de la pobreza a los habitantes locales, más allá de la solución temporal de los problemas sanitarios concretos a los que se dedica este equipamiento.
Un caso parecido es el de la Residencia para Artistas Thread en Sinthian, Senegal que ha proyectado la profesora Toshiko Mori, también desde Boston, para la Fundación de Josef y Anni Albers. Una brillante propuesta espacial que ha tenido la virtud de recuperar algunas técnicas constructivas locales, aunque su repercusión en la mejora de las condiciones de vida de los residentes es escasa. Es un espacio que entiende el intercambio artístico en un lugar exótico como una nueva forma de turismo cultural privilegiado.
Ambos edificios son el pálido reflejo de la actuación de esa miríada de organizaciones caritativas que existen en Estados Unidos, que manejan presupuestos inmensos y cuyo resultado sobre el terreno es porcentualmente irrelevante. La mejora de la calidad de vida de aquellos que sufren es insignificante mientras la conciencia filantrópica de aquellos otros que aportan recursos queda satisfecha. Una salida falsa que contribuye -por el contrario- al reforzamiento del sistema de desigualdad extrema que se extiende por doquier.
Cubierta para sombre en la Escuela en Gando, Burkina Fasso, Diebedo Francis Keré, 2001
Otra manera de abordar la arquitectura de la filantropía es la que está liderada por arquitectos provenientes de los propios lugares. Ellos tienen una percepción más cercana y directa a los reales problemas de la población. Se trata de consensuar, y emplear a los habitantes locales para concebir el diseño y ejecutar la propia construcción. Como ocurre con la labor en sus comunidades de origen de los africanos Diebedó Francis Keré y Kunlé Adeyemi. En estos casos, se plantea la intervención directa de la población local en todo el proceso con una participación más completa y directa. Desde la asunción del programa y el diseño arquitectónico hasta finalizar con el trabajo local aportado por los propios beneficiarios. Los colaboradores exteriores solo aportan los fondos necesarios que son recolectados y administrados por los interlocutores intermediarios provenientes del propio país.
La escuela de primera enseñanza en Gando, un pequeño pueblo cerca de Ouagaodugu, que Keré diseño y construyó en 2001, supuso un hito en relación a esta nueva forma de entender la arquitectura dedicada a estimular el desarrollo de los más desfavorecidos. Como miembro de la comunidad, formado en el exterior (concretamente, en Alemania), este arquitecto de Burkina Fasso logró involucrar a sus vecinos tanto en el diseño como en la construcción del edificio. Según su propio relato fue un proceso de decisión y ejecución ejercido colectivamente siguiendo las costumbres tradicionales. Keré consiguió los fondos necesarios cuando aún era estudiante de arquitectura, a través de aportaciones de sus propios compañeros universitarios en Berlín. Esta pieza de arquitectura no solo se pensó participativamente al servicio de la comunidad sino que su construcción benefició directamente a unas cuantas personas de aquel entorno. Aquí coincide una manera ética de actuar con formas que acaban reflejando la belleza de lo apropiado.
Vista aérea de la Escuela Comunitaria de Makoko, Nigeria. NLÉArchitecture, 2013 Architecture. صور: Iwan Baan
Algo similar ha ocurrido en la ejecución del Centro Comunitario de Makoko en Nigeria. Un curioso equipamiento flotante proyectado por el equipo NLÉ Architecture que lidera el arquitecto Kunlé Adeyemi. Se trata de una comunidad palafítica de chabolas que ocupa una parte de la laguna próxima al centro de la ciudad capital Lagos. Con patrocinio de las Naciones Unidas y de la Fundación Heirich Böll, los arquitectos de NLÉ han planteado una estructura triangular de madera que flota y aprovecha materiales y recursos constructivos locales. Es un edificio muy simple que se adapta de una manera extrema a necesidades comunitarias, inexistentes y previamente sentidas por los habitantes de la zona. Construir un lugar de reunión flotante en medio del agua supone innovar nuevas formas de relación y servicios colectivos. Un proceso en el que también han participado los propios habitantes organizados a través de estructuras representativas propias. El resultado es una arquitectura ordenada y simple que permite una expresión comunitaria reconocida de la que se siente orgullosos sus usuarios.
Esquema estructural de la Escuela Comunitaria de Makoko, Nigeria. NLÉ Architecture, 2013
Es también el caso de algunos equipos y arquitectos europeos significados que enfocan su esfuerzo en el diseño y construcción in situ con los residentes en los espacios con mayor dificultad. Como el equipo noruego Tyin Tegnestue que ha integrado como parte de su labor profesional la participación in situ, en Indonesia, para la generación de servicios comunes que sirvan para la mejora de las condiciones de vida.
En el Centro para la Cooperativa Cassia Coop, de agricultores recolectores de canela de 2011, se ha producido un sincretismo enriquecedor entre las experiencias de una sociedad avanzada como la nórdica con las tradiciones culturales de los originarios de la isla de Sumatra. Su forma de operar consiste en trasladar la oficina de arquitectura al propio lugar para proyectar en conjunción con los usuarios finales del edificio. ese proyecto se basa en la definición de formas estructurales simples y fáciles de ejecutar usando materiales locales ampliamente presentes, la madera y el ladrillo. La aplicación de técnicas artesanales de construcción y conceptos formales exógenos ha generado una arquitectura innovadora que sirve eficazmente a sus usuarios.
Patio del Centro de Formación Cassia Coop. Sumatra, Indonesia. TYIN Tegnestue, 2011
Solo desenmascarando las complejas técnicas de manipulación actual se puede avanzar hacia un mundo más justo en el que se reparta de una manera más equitativa la riqueza existente. Sin embargo, la potencia de las maquinarias ideológicas dedicadas a imponer el statu quo del capitalismo financiero avanzado hace que cualquier denuncia quede sepultada bajo la continua representación de noticias e imágenes con que se nos representa nuestra realidad.
No obstante, evidenciar las imposturas y, por el contrario, señalar los esfuerzos positivos es un deber intelectual en un entorno caracterizado por esa continua manipulación colectiva. En el caso de la arquitectura, las plataformas y los medios internacionales se dedican a inundar sin criterio el escaso espacio temporal de nuestra atención. Hoy más que nunca hace falta una crítica que profundice para conocer con más detalle lo que ocurre bajo la espuma superficial de las imágenes.
Más Información:
Oxfam denuncia que ya sólo 62 personas poseen la misma riqueza que la mitad de la población mundial. Oxfam Intermon. 18/01/2016
MASS Design Group. Trabajos de ayuda al desarrollo
Sinthian, una arquitectura adaptada. Arquiscopio 21/07/2015
Escuela Primaria en Gando. Diébédo Francis Kéré. Arquiscopio 20/10/2012
Escuela flotante de Makoko, Nigeria. NLÉ. Metalocus, 07/06/2013
Centro Cassia Coop en Sumatra. TYIN Tegnestue. Arquiscopio 09/10/2012
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