Urbanismo inteligente frente a Smart Cities

Los aspectos que suscitan la atención tecnológica de las llamadas estrategias para lograr Smart Cities

Hoy en día, los ciudadanos vivimos inmersos en un bombardeo de múltiples slogans que forman parte de la puesta en mercado de los productos recurrentes que oferta el capitalismo. En tiempos recientes y, en el caso de la ciudades, asistimos a la proliferación de las excelencias de las llamadas Smart Cities o “Ciudades Inteligentes“. Una denominación que pretende presentarse como sofisticada y vanguardista indicando así la vía correcta para la administración urbana en el siglo XXI. Sin embargo, enmascara realmente una estrategia económica que trata de colocar numerosos y sofisticados dispositivos que se dedicarían a monitorizar aspectos parciales en el territorio de las ciudades. Un peligroso e innecesario ejercicio de poder que busca ejercer la vigilancia y el control exhaustivo de las acciones de los que habitan el espacio colectivo.

Coche magnético. Uno de los grandes inventos del profesor Franz de Copenhagen. Revista TBO

La presentación de las “Smart Cities” es un esfuerzo ideológico y de marketing territorial que busca convencernos de que las soluciones altamente tecnológicas van a atenuar los males que aquejan a la ciudad contemporánea. Sin embargo, como diría el profesor José Fariña, “no creo que la serie de inventos que están apareciendo con el objetivo supuesto de mejorar el funcionamiento del sistema urbano resuelvan los problemas reales a los que nos enfrentamos”. Como los Grandes inventos del TBO del profesor Franz de Copenhague, con los que algunos nos reíamos de pequeños, son “solo montajes sumamente rebuscados con objeto de solucionar problemas tontos, generalmente cotidianos”.

Sin embargo, lo que trasciende de este esfuerzo económico para estimular el consumo tecnológico altamente innecesario y la privatización de algunos bienes públicos, es un atentado contra la libertad individual y la instauración de una sociedad de la constante investigación hasta en nuestras intimidades más recónditas. En muchos casos, los artilugios que acompañan a la idea de las Smart Cities son elementos que impulsan a un consumo colectivo altamente despilfarrador y estúpido. Frente a las falaces Smart Cities habría que propugnar un Smart Urbanism. Un pensamiento que se concentre en resolver prioritariamente los gravísimos y básicos problemas a los que se enfrenta la población en proceso de aglomeración en las ciudades del mundo.

Maquina de Rube Goldberg. Como hacer innecesariamente complejo lo simple

Frente al provincianismo que refleja el uso reiterado de términos anglosajones, hay que apoyar un “Urbanismo Inteligente”, aquel que suponga una renovación de los objetivos de la ciencia de la urbanización y en la que se contemplen los inmensos cambios que se han producido en los tiempos recientes. La emigración masiva de la población mundial a las ciudades en los próximos decenios nos enfrenta a retos importantes en ese futuro que se avecina, que se refieren a la provisión de cobijo elemental, infraestructuras básicas, alimentación suficiente y servicios colectivos de todo tipo. El añadido de tecnologías complejas lo único que puede aportar es un entorpecimiento en la consecución de estos objetivos prioritarios y la distracción de recursos esenciales para cubrir los inmensos déficits con los que tendrá que lidiar la población.

Esa inteligencia del urbanismo debe enfocarse por ello, en lograr unos espacios colectivos más habitables empleando las simples herramientas clásicas usadas para la reordenación del espacio a lo largo de la historia. Entre ellas, el trazado de viarios eficientes y amplios, la definición de superficies básicas de habitación que puedan crecer en el tiempo,, redes básicas para el abastecimiento de agua, electricidad, canalización de aguas fecales y el aumento de las superficies colectivas disponibles para el encuentro y la relación entre los ciudadanos. Es preciso mejorar la accesibilidad urbana que facilite el uso peatonal del espacio y también el transporte colectivo que permita llegar con facilidad a los distintos lugares que componen nuestro hábitat común.

Vista aérea de un poblado improvisado de tiendas tras el terremoto de Haití

También, aumentar la calidad estética y ambiental de las ciudades en que vivimos, mejorando la cultura arquitectónica y ampliando la introducción de los elementos naturales que componen y se integran, ya de una manera habitual, en las calles, plazas y parques.

Finalmente, mejorar la eficiencia en el consumo energético relacionado con la edificación. Es precisa una estrategia que mejore la cercanía y la compacidad del espacio habitado. Y ello, se debe reflejar en unos instrumentos urbanísticos que faciliten las transformaciones necesarias.

En definitiva, se trata de luchar frente a las simplificaciones interesadas y lidiar con la complejidad. Como ha señalado el gran crítico literario George Steiner, es preciso difundir y ampliar nuestros valores culturales y estéticos frente a la dictadura de las tecnologías. La arquitectura y el urbanismo son algo más que la construcción de edificios y calles, son también poderosos instrumentos para la difusión de la identidad común, de la cultura y de ese inmenso patrimonio que se va construyendo constantemente entre todos.

Más información:
Urbanismo, inteligencia y sostenibilidad. Boletín CSCAE. nº 672014 pg. 31
Smart Cities, los inventos del TBO. El blog de José Fariña 03/01/2012

Espacio urbano en una ciudad de la India

 

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