Madera, un material a recuperar

Por Federico García Barba

El carácter apacible y relajante de los bosques. Un depósito natural de madera.

Una de las prioridades para la pervivencia de la especie humana sobre la Tierra es hoy la conservación de los recursos disponibles. Frente al despilfarro sin límites que incentiva el sistema económico imperante se debe luchar para imponer una mayor eficiencia en el consumo de recursos, el equilibrado y justo reparto de materiales y alimentos así como una mayor atenuación en la producción de desperdicios. En este conjunto ético de objetivos, la arquitectura representa un papel importante que está relacionada con la primacía en la utilización en la construcción de recursos renovables. Como la madera.

El uso de la madera por el hombre es tan antiguo como las primeras maneras de lograr cobijo de las que se tiene constancia. Excepto en los desiertos, es un recurso natural que se encontraba en casi todos los sitios y que ha ofrecido siempre innumerables posibilidades, tanto para su uso como combustible como para la fabricación de herramientas y, especialmente, para la construcción de refugios. Y, en definitiva, suele estar en la base compositiva de la arquitectura.

Además de ser la fuente básica de producción de madera, los bosques tienen otros valores esenciales para la especie humana: son una fuente inagotable de alimento, belleza, bienestar y placer. Unos lugares que limpian el aire regenerando oxigeno y atenuando el exceso de ruido.

La madera es, por todo ello, un material que debe catalogarse como proclive a la sostenibilidad, ya que procede de esas fuentes renovables e inagotables que son las superficies arboladas. La combinación de agua, sales minerales y azucares que realizan los árboles constituye una maravilla que aprovecha eficientemente la energía solar para realizar las reacciones químicas que permiten obtener un material versátil, resistente y flexible. De hecho, la fabricación de la madera por los árboles tiene la enorme ventaja de que es un proceso natural que no requiere de la intervención del hombre. Es el proceso de la fotosíntesis el que permite la generación de ese material singular que cuenta con una alta capacidad mecánica, esa que permite sostener las grandes copas de árboles que llegan a alcanzar decenas de metros en su diámetro. El caso del bambú es extraordinario ya que la formación de sus estructuras cilíndricas leñosas supone la obtención de largas piezas de una gran dureza y, al mismo tiempo, alta flexibilidad. Algunos estiman que el bambú supera al acero en sus características mecánicas. Debido a ello, sus barras son extremadamente útiles para todo tipo de aplicaciones, especialmente en la construcción. El bambú es un sustituto muy  eficiente para la construcción de todo tipo de andamios. Algo que se aplica en numerosos países asiáticos.

Castillo de Kanagawa, Japón. Estructura de madera compleja trabajada sin usar piezas metálicas.

La tecnología de la madera en la construcción ha sufrido altibajos a lo largo de la historia, pero allí donde se disponía de abundantes bosques, la madera extraída de los troncos de los árboles ha dado -y sigue dando- lugar a increíbles estructuras de ingeniería, vehículos y edificios complejos. Un conocimiento transmitido generación tras generación a través de hábiles artesanos que, hoy en día se conserva a duras penas tras la industrialización masiva que ha propiciado la estandarización y su especialización casi exclusiva en la prefabricación de elementos homogéneos en base al concreto reforzado u hormigón.

Cada cultura ha tenido una relación singular con la madera. En Europa, los grandes bosques originarios han desaparecido casi completamente. Para los romanos la llamada Silva Hercynia, descrita por Tácito en su Germania y situada más al Norte y el Este del río Danubio y el Rin respectivamente, era un territorio inexpugnable y temido cubierto de densísimas masas arbóreas. Hoy solo quedan algunos relictos de aquel esplendoroso pasado natural como el Schwarzwald alemán o la foresta salvaje de Bialowieža al oriente de Polonia. Un gran arquitecto del imperio romano, Apolodoro de Damasco, autor del Coliseo romano, haría una de las estructuras de madera más impresionantes de la antigüedad: el puente del emperador Trajano en Drobeta (la actual Rumanía). Apoyados sobre veinte pilares de fábrica una sucesión de arcos de troncos sostenía un tablero de tablazón, aquella estructura tenía una longitud superior a los 1.300 mts., permitiendo un cruce rápido de los ejércitos imperiales sobre el caudaloso río Danubio

Reconstrucción actual de un tramo del puente de Trajano en Drobeta. Apolodoro de Damasco, siglo I DC.

En Inglaterra, la  producción maderera a partir de los bosques era un elemento estratégico para la construcción de barcos para la Marina Real. Algo que garantizaba la hegemonía del imperio sobre los mares y, por tanto, las superficies arboladas estaban altamente protegidas para garantizar su suministro a largo plazo. La Europa Meridional también contó con frondosos bosques que permitieron desarrollar toda una cultura singular en torno a la artesanía de la madera y su empleo en la construcción de edificios. En España, la llamada carpintería de armar castellana ha sido una tradición tecnológica constructiva que dio origen a muestras de arquitectura muy relevantes; formas de edificación y técnicas constructivas ligadas a materiales próximos que se exportaron a América, vía las islas Atlánticas de Madeira y Canarias. A principios del siglo XVII, el gran carpintero Diego López de Arenas realizó su Breve Compendio de la Carpintería de lo Blanco y Tratado de Alarifes que se publicaría en 1633. Este es un documento esencial para apreciar la enorme sofisticación que llegaron a alcanzar los artesanos de la madera en Andalucía en la construcción de techumbres y forjados empleando las tablazones y troncos aserrados como material fundamental.

Actualmente, algunos países practican la silvicultura como una forma ordenada de aprovechamiento a largo plazo de las masas arboladas para garantizar su mantenimiento constante en el tiempo. En Finlandia y Canadá se utilizan diversos métodos de tala y repoblación selectiva para mantener indefinidamente una producción estable de maderas útiles para la construcción. Hoy en día, las técnicas de madera laminada y el encolado de alta resistencia permiten realizar estructuras sumamente flexibles y adaptadas que constituyen un ejemplo que aspira a la sostenibilidad planetaria. Algunos arquitectos e ingenieros especialistas en estructuras están reivindicando la recuperación de la madera como material constructivo básico frente a los minerales procedentes de fuentes no renovables como el acero o, incluso, el hormigón.