Damiel, el ángel vagabundo mira Berlín desde lo alto en la película de Wim Wenders el Cielo sobre Berlín. 1987
La cultura visual de nuestros días está impregnada de una muchedumbre icónica que pulula por doquier: Nos los podemos encontrar en las múltiples pantallas, en los carteles de las autopistas, en las revistas ilustradas y en cualquier superficie en la que posemos nuestra mirada. Hoy disponemos de una biblioteca de imágenes procedentes de la acumulación histórica que abarca un volumen inconmensurable de elementos.
Entre estos iconos se incluyen relatos representativos de todo tipo de situaciones, personajes y profesiones que han interesado de una manera desigual a la humanidad en el transcurso de los tiempos de los que tenemos noticia. Como ocurre con los arquitectos que han sido descritos en unas cuantas ocasiones a lo largo de la historia conocida. Y, por cierto, no de una manera muy amable con ellos, en su interacción con la sociedad y los poderes a los que se vinculan, en muchos casos.
Biblioteca del Estado de Berlín. Hans Scharoun y Edgar Wisniewski, 1967-1978
En este proceso de acumulación de historias, la incorporación del cine a finales del siglo XIX nos ha ofrecido una nueva herramienta de representación que ha añadido mayor profundidad a la comprensión de los caracteres humanos.
En determinadas películas, los arquitectos han sido diseccionados en profundidad como protagonistas que se integran en historias genéricas enmarcadas en temáticas más amplías. Como las que pueden corresponder a géneros como el cine negro, la comedia, la alta cultura, etc. Ahí se suelen tomar como referencia personajes reales que han existido en cada momento y que han tenido un papel destacado en el desarrollo de la disciplina. O servir como fondo poético para expresar una visión melancólica del mundo. Como ocurre con Wim Wenders, que dedicó un tiempo de su vida a la arquitectura, lo cual se nota en sus películas y es posible intuir en sus obras. Por ejemplo en ese fascinante fresco urbano que es El cielo sobre Berlín, una ciudad grisácea habitada en un espacio paralelo por ángeles retornados y que nos presenta espacios maravillosos de esa ciudad tan castigada por la historia. Y que, sin embargo ha sido capaz de levantarse de nuevo sobre sus cenizas, como puede ejemplificar la maravillosa Biblioteca del Estado que Hans Scharoun construyó allí -hace ya medio siglo- para albergar los ricos fondos de la Fundación del Patrimonio Cultural Prusiano
Filippo Brunelleschi y Lorenzo Ghiberti presentan la maqueta del Duomo de Florencia a Cosimo de Medici. Giorgio Vasari, 1560
Podemos ir más atrás en el tiempo para encontrar visiones profesionales curiosas. Remontándose a las formas icónicas del pasado, se encuentran arquitectos descritos en mosaicos, frescos y pinturas, para luego integrarse también como personajes en el teatro y la novela dieciochesca. Unos primeros ejemplos definen esa evolución en la representación visual primera del papel de los arquitectos. Como ocurre en uno de los frescos que Giorgio Vasari realizó para el Palazzo Vecchio de Florencia hacia la mitad del siglo XVI: Allí, el célebre historiador, pintor y arquitecto representaba al arquitecto Filippo Brunelleschi, acompañado del escultor y orfebre Lorenzo Ghiberti, mostrando la maqueta del Duomo de San Lorenzo a su mecenas Cosimo de Medici en una actitud de sumo respeto. Es una representación del papel de los artistas, arquitecto y escultor, todavía como artesanos que dependen totalmente de la magnanimidad de su clientes.
Un cambio substancial en las maneras y posición del arquitecto ante la historia se iría produciendo en el ideario colectivo en los siglos subsiguientes. Un ejemplo más reciente es el que nos da el pintor de la escuela del Hudson, Thomas Cole que nos ofrece una visión radicalmente diferente. En su obra El sueño del arquitecto de 1840, nos presenta a un arquitecto aislado, situado en lo alto de una columna y rodeado de un paisaje onírico de edificios que le sirven como inspiración y referencia. Allí, aparecen templos clásicos acompañados de pirámides egipcias y catedrales del gótico más estilizado. Para Cole, el arquitecto se ha situado en una romántica posición de independencia absoluta del mundo; y el arte de la construcción y sus reglas han pasado a ser su única preocupación como artista.
El sueño del arquitecto. Thomas Cole, 1840
Es casi un momento de plenitud en el que se evidencia la posición básica de esa disciplina. La arquitectura es estática, trata de fijar un canon de belleza en el espacio para la materialidad que los hombres introducen en los lugares como expresión de sus culturas. Como recoge Edward Hollis en su libro sobre La vida secreta de los edificios, en una de esas obras magníficas que es La tempestad de Shakespeare -en su despedida del reino del Espíritu- Próspero lo expresa con mayor aliento poético:
Las torres coronadas de nube, los suntuosos palacios, los templos solemnes, el inmenso globo mismo y todo cuanto contiene se disolverá y, lo mismo que se ha desvanecido esta apariencia insustancial, no dejará nada tras de sí: estamos hechos de la misma materia que los sueños y nuestra corta vida se cierra con un sueño.
Another place. Anthony Gormsley. Cuxhaven, 1995, Stavanger, 1997
The banker. MUSA Collection. Jason de Caires Taylor. Isla Mujeres, Mexico, 2009
Thomas Cole quiso representar también así esa ensoñación que tanto conforta a los arquitectos. Un momento de quietud absoluta donde los edificios han adquirido su belleza profunda y perfecta, aquella a la que, como diría Alberti, no se le puede añadir más ni sustraer nada. Porque la realidad es cambiante y nada queda fijado definitivamente. El caos acaba imperando sobre el orden; y la naturaleza de la vida es la de una mutación constante y enriquecedora. Como volvería a remarcar Próspero al final de aquel parlamento:
A cinco brazas de profundidad yace tu padre; de sus huesos se han hecho corales; son perlas lo que fueron sus ojos; nada de él desaparece sino que sufre un cambio oceánico transformándose en algo rico y extraño.
Silent Evolution. Jason de Caires Taylor, 2010
El Museo Subacuático de Arte de Jason de Caires en Cancún, México
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