Baño adaptado para personas de movilidad reducida. Centro Rehab Basel de Herzog&DeMeuron, 2001. Foto: M. Spilutini
Las sociedades occidentales sufren un proceso de envejecimiento progresivo desde hace décadas. Sin embargo, esta es una cuestión social a la que no se suele prestarse la decisiva atención que requiere teniendo en cuenta el bienestar de las personas concernidas. Con esta afirmación hay que referirse a los cambios que se precisan para adecuar espacialmente el entorno cotidiano a unas condiciones de servicio para las que no están correctamente adaptados.
Se trata de facilitar la vida a personas que ven acrecentar paulatinamente su dependencia física y psicológica. Fundamentalmente, en los lugares de acceso colectivo en las ciudades y también en la disposición de las estancias y servicios de las viviendas habituales.
Y esto es así, porque la mayor parte de la población que envejece, trata de permanecer en sus propias casas todo el tiempo que sea posible. Y sin embargo, esas viviendas que sirvieron en el pasado para el desarrollo de una vida familiar convencional conformada por padres e hijos no cuentan con las condiciones necesarias cuando empiezan a presentarse problemas de movilidad y necesidades de apoyo. Esas casas muy queridas por sus usuarios, carecen de servicios esenciales y apropiados; ni tampoco presentan las dimensiones de los espacios que sean adecuadas para un desenvolvimiento cómodo de las personas mayores.
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