Cabaña refugio en Fichtelberg. AFF Architekten, 2009. Foto: Sven Fröhlich
Vivimos en tiempos en los que los límites completos de nuestro hábitat cercano y lejano se han constatado ya de una manera certera. El planeta se ha transformado así en un espacio finito que nos ofrece unos recursos que son cada vez más escasos. Por ello, lo que procede es usar lo disponible con la máxima eficacia y lo menos posible. Es debido a ello que la arquitectura de nuestro tiempo, hoy más que nunca, debe ser una expresión de la austeridad.
Una condición ética que implica considerar la sobriedad y la moderación como algo necesario desligado de los alardes a los que nos hemos acostumbrado en los tiempos más cercanos. En nuestro tiempo, se precisa recurrir a todas las estrategias posibles para el ahorro de materiales, energía y un reparto más equitativo de lo que existe en este entorno que habitamos ya un número superior a 7.000 millones de personas. Frente al adagio estetizante de Mies, Menos, es mas procede que los arquitectos consideremos el realismo de Buckminster Fuller que proponía por el contrario Más con menos.
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