Manfredo Tafuri. En la portada de Casabella 619-620. Foto: Elizabetta Catalano
Hoy vivimos inmersos en el incesante transcurrir de las imágenes que circulan por nuestras pantallas contemporáneas. Es un revoloteo constante de distracciones sugerentes que nos sumergen en un estado que nos vuelve proclives a la aceptación indiscriminada de lo que se nos muestra.
Las revistas y plataformas, aquellas que nos enseñan la arquitectura que se hace, se han transformado en un carrusel en el que es prácticamente imposible distinguir el valor racional de las distintas aportaciones. Sumergidos en una ensoñación constante, nos encontramos desvalidos ante la creciente avalancha de propuestas que nos acercan a un estado próximo a lo que ocurre en el mundo de la moda. Lo que se nos muestra hoy ya no será válido mañana,. Y lo conveniente parece la aceptación de un incesante y continuo consumo de ideas sucesivas que discurren ante nuestros ojos sin ningún atisbo de reflexión.
Nos encontramos, pues, perdidos y huérfanos de una explicación inteligente de la arquitectura que nos circunda: aquella que proviene de cualquier parte y parece aceptable en todos los lugares. No existe una reflexión mínimamente coherente sobre la práctica del oficio y, mucho menos, una valoración crítica sobre esa multitud de edificios que observamos diariamente. Necesitaríamos más exploradores que nos guíen a través de esta selva mediática que ha acabado imponiéndose en el mundo de la cultura, no solo en el de la arquitectura. Agentes que nos expliquen el valor real de las cosas objetivamente y con profundidad intelectual. Como hacía el gran historiador italiano Manfredo Tafuri -desaparecido en 1994- y, hoy, dos décadas después, prácticamente olvidado.
Seagram Building, New York. Mies van der Rohe con Philip Johnson, 1954. Foto: Ezra Stoller, 1958
All’interno del caos, il silenzio perfetto e inquietante, introduce rotture tanto più polemiche, quanto più ermetica è la distanza che il puro oggetto frappone dal suo contesto.
Nel Seagram Building (1954-58), Mies ripete, in altra scala, l’operazione compiuta a Chicago con il campus dell’IIT. L’assolutezza dell’oggetto è qui totale: al massimo di strutturalità formale corrisponde la massima assenza di immagini. Tale linguaggio della assenza si proietta su un ulteriore “vuoto”, che rispecchia il primo e lo fa risuonare: la piazzetta, che stacca il grattacielo dal filo di Park Avenue.
Non si tratta di un luogo di sosta o contemplazione. Quella piezza e piuttosto il ribaltamento planimetrico del significato del grattacielo: si tratta di due “vuoti” che rimandano l’uno all’altro, che parlano il linguaggio allucinato della nulla, del silenzio che -per paradosso kafkiano- “assale” il rumore metropolitano.
En Architettura contemporanea. Manfredo Tafuri y Francesco dal Co, 1976 (pg. 346)
Seagram Building, New York. Mies van der Rohe con Philip Johnson, 1954. Foto: Ezra Stoller, 1958
Dentro del caos, el silencio perfecto e inquietante, introduce roturas tanto más polémicas, cuanto más hermética es la distancia que el objeto puro interpone frente a su contexto.
En el edificio Seagram (1954-58), Mies repite en otra escala, la operación realizada en Chicago para el campus del IIT. El carácter absoluto del objeto es aquí total: a la máxima formalidad estructural corresponde la máxima ausencia de imagen. Este lenguaje de la ausencia se proyecta sobre un “vacío” ulterior que lo refleja de entrada y lo hace resonar: Es la plaza que separa al rascacielos del borde de Park Avenue.
No se trata de un lugar de descanso o contemplación. Esta pieza sobre todo es el volcado planimétrico del significado del rascacielos: Se refiere a dos “vacíos que se referencian el uno al otro, que hablan el lenguaje alucinado del vacío que -como una paradoja kafkiana- “agreden” al ruido metropolitano.
En Arquitectura Contemporánea. Manfredo Tafuri y Francesco dal Co, 1989 (pg. 346)
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