Extracto de un texto del arquitecto venezolano Oscar Tenreiro
Publicado el 01/09/2012 en su pagina Entre o certo e verdadeiro
Es necesario no perder la visión crítica sobre el significado de ciertos acontecimientos que con cierta regularidad nos ofrece el panorama de la arquitectura contemporánea.
En nuestros días, la mayor parte del discurso arquitectónico está colonizado por operaciones de marketing que promocionan unas prácticas que buscan imponer determinadas ideologías falsas y vacías de contenido. La ausencia de unas bases teóricas sólidas y el oportunismo más descarnado de los autoinstituidos protagonistas de la arquitectura actual hace muy difícil discernir cuales son las prácticas que suponen verdaderas y valiosas aportaciones al futuro de la disciplina.
La reciente celebración dela XIII Mostra de Arquitectura ha permitido impulsar un debate minoritario sobre estas cuestiones. Hoy les presentamos un texto de nuestro compañero y amigo venezolano, Oscar Tenreiro, que reflexiona sobre el verdadero significado de este acontecimiento desde la perspectiva de su propia experiencia. Ahí, se nos ofrece una pequeña muestra sobre las verdaderas intenciones que suelen ocultarse detrás de los fuegos de artificio con que se nos presenta el panorama de la arquitectura de moda.
Ya tuve una ventana sobre el tema de las exposiciones internacionales de arquitectura muchos años atrás, cuando en 1985 Aldo Rossi organizó la Terza Mostra, como llamó en ese momento a la sección de Arquitectura de la Bienal de Venecia. Desde aquí había puesto a mi grupo de estudiantes a trabajar en una propuesta para “los Castillos de Romeo y Julieta”, unas ruinas ubicadas cerca de Montecchio Maggiore, en el Véneto, para las cuales se pedía una proyecto de aprovechamiento. Trabajó el curso muy duramente y logramos un producto no exento de interés y hasta digno de una segunda mirada, lo cual me llenó de ingenuo optimismo.
Y para la Bienal fui a observar lo que había pasado. Nuestro trabajo estaba allí expuesto junto a muchos otros. Y además, en el lugar preferente, junto a los premios, los Leones dorados, los importantes.
Pero lo que me interesa ahora es que el estupor que me causaron los premios me llevó a conocer las anécdotas que estaban detrás de ellos, que los justificaban podría decirse.
Regresando de Venecia, en efecto, pasé por París Y siguiendo mis impulsos y los datos que me dio un amigo arquitecto, llamé a Bernard Huet (1932-2001) miembro del Jurado de aquella Bienal. Nos citamos en un café y tuvimos una larga conversación que me inició en lo que me pareció entonces y me confirmó la vida posteriormente, el mundo subterráneo de las influencias y arreglos del mundillo de la arquitectura prestigiosa. Lo primero que me dijo Huet es que los premios a los extranjeros más conocidos ya estaban asignados de antemano. Que cuando Rossi hizo las invitaciones a los “Venturi et al” las hizo garantizándoles un premio. Y durante las deliberaciones del Jurado se cuidó de lanzarle un dardo a las distintas mafias, de Roma, de Florencia o de Venecia. Hago constar que la palabra mafia la usó Huet.
También me habló en un tono laudatorio de dos proyectos, con los cuales evidentemente se identificaba (no con los otros, me pareció), el de Venturi y el de Maria Grazia Sironi. Yo, ingenuo y creyente en que la arquitectura es construcción, creencia que mantengo hasta hoy, sentí ciertos escalofríos cuando recordaba el escenográfico puente del primero, a la vez que me causaba profunda extrañeza que lo de Sironi, un juego de pequeñas señales acústicas y pictóricas en el paisaje que poco entendí y hoy recuerdo de modo confuso, le hubiera parecido tan bien.
Comprendo ahora mejor, que entre diletantes de la arquitectura, o preferiblemente, entre personas que discursean de modo culto sobre lo que la arquitectura debe ser, la ideología ha hecho, hace y hará estragos. Y proporciona base para señalar, para sentar preferencias y moverse con soltura en ese espacio en el que todo parece posible y nada es comprobable sino como apuesta que siempre puede ser refutada, que es el Proyecto. Todo lo que no ha sido construido navega bien en el mar de la ideología, y Huet lo que me estaba expresando, para mi cierta rabia y no poca frustración, era una preferencia ideológica.
Regresé a Venezuela, mi hogar de estrechas fronteras pero mundo esencial, con preguntas que no podía contestar y que sólo hoy dos décadas después lo hago con mínima tranquilidad. A esa burbuja brillante y atractiva de los foros internacionales no se le pueden pedir muchas cosas; y desde luego una que está fuera de su alcance es la de la veracidad. Ocurre con ellos lo que ocurre con todas las tentaciones de la gloria que enseñan los mitos: te muestran el mundo a tus pies para seducirte, pero debes entregar algo a cambio y entre ellas una condición que es la que mejor permite vivir, la de la transparencia.
Ganar ciertas glorias exige opacarse, esconder, calcular. Y si bien es cierto que todos en algún momento hemos estado dispuestos a dejarnos tentar, no viene mal haber perdido la apuesta, con ello hemos ganado, aunque nos demos cuenta un poco tarde.
Lo más significativo es que la reciente edición de la Bienal de Venecia de nuevo ha dejado muy en claro la hipocresía que cunde en estos espacios, junto a la ignorancia y la frivolidad.
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