Hotel Tianzi, Langfang. La representación edificada de los héroes de la Longevidad, Buena Fortuna y la Prosperidad.
En nuestro tiempo, y en cuestiones de gusto estético, los dirigentes económicos y políticos prefieren las estrategias avaladas por el éxito que las apuestas arriesgadas. Es un reflejo del conservadurismo cultural imperante que se extiende por el planeta. Como ocurre en China y la posición artística expresada por el líder del Partido Comunista de China, Xi Jinping.
Centro Galaxy Soho. Zaha Hadid Architects, 2012
En 2014, ante un numeroso público asistente al Festival de Arte Chino que se celebró en Pekín, el presidente XI decía:
El arte y la cultura socialista es, en esencia, la cultura y el arte de la gente. Las obras de arte excelsas deben ser como un rayo de sol en el cielo azul o la brisa en la primavera que inspiren a las mentes, conforten los corazones, cultiven el gusto y estén limpias de estilos indeseables. La misión de los artistas es la búsqueda del bien y la belleza para poder encontrarlos en lo natural y en la vida. La creación del arte puede volar en las alas de la imaginación siempre que los artistas estén sólidamente anclados en la tierra.
Leyendo entre líneas, este correcto y adecuado mensaje se puede interpretar que el lider chino señala indirectamente la existencia de lo indeseable como expresión cultural y que el arte debe orientarse a lograr una expresión del gusto predominante y el entorno real. Una reflexión que recuerda al nefando Realismo Socialista que se propugnó en la Unión Soviética, durante las décadas oscuras de aquel país bajo el comando del camarada Stalin en la primera mitad del siglo XX. Una forma artística de exaltación de lo ya conocido junto a su reproducción y supuesto perfeccionamiento.
Cuando Xi señala los estilos indeseables está refiriéndose a las últimas hornadas de numerosos edificios espectaculares que han surgido recientemente en aquel país asiático. Así expresaba el máximo dirigente chino esta aspiración a una vuelta al realismo concluyendo su perorata sobre el futuro del arte con esta frase: Basta de edificios extraños y diferentes.
Guanzhou Circle. Joseph di Pasquale, 2013
Esta denuncia abstracta fue interpretada por la prensa especializada señalando una serie de obras que podían incluirse en esta categoría. Ente ellos, el edificio conocido despectivamente como “Pantalones gigantes“, la sede de CCTV empresa china de televisión y el centro Garay Soho. Ambos en Pekín y obra de OMA Rem Koolhaas y Zaha Hadid respectivamente. También se ha especulado que esa descalificación se refiere a la galería comercial Guanzhou Circle de Joseph di Pasquale, el hotel Tianzi en Langfang, la Tetera rotante de Wuxi y la idea para la nueva ciudad de Shanshui, pensada por Ma Yangsong con MAD Architects.
Y esa especial referencia a la arquitectura señala una tendencia habitual en nuestros días: la búsqueda de lo grotesco como una forma de lograr el reconocimiento masivo de marcas urbanas y arquitectónicas. Allí en China, dentro de esta tendencia general ha aparecido lo que podríamos calificar como estética ovoide, que se impone en numerosos lugares del vasto subcontinente asiático. Nuevos y numerosos edificios que siguen estos patrones se han añadido allí estos últimos años como expresión del potente desarrollo experimentado. Es un esfuerzo inmobiliario que conjuga intereses económicos con la cultura del espectáculo. La espectacularidad es una maldición contemporánea que consume y contamina las industrias culturales. Es un efecto que polariza las ciudades con aspiración global insertando lugares y construcciones exóticas que van destruyendo las señas de autenticidad y los valores heredados al mismo tiempo.
Concepto para la nueva ciudad de Shanshui. Ma Yangsong con MAD Architects, 2012
Se trata de una estrategia para llamar la atención, atrayendo visitantes a los sitios ignorados y a las más remotas ciudades, La estética del espectáculo arquitectónico es también una consecuencia de la expansión meteórica del turismo y el consumo asociado, unas actividades económicas que se ha vuelto centrales en nuestros días. Y para ello, los edificios futuristas y epatantes son un reclamo de primero orden, más allá de su aportación cultural o calidad estética, funcional y constructiva.
La novedad y la diferencia son los argumentos para lograr el interés de las ingentes masas de personas que atienden a los medios de comunicación. Y con ello, vender masivamente la basura que se acaba consumiendo.
Tetera rotante de Wuxi. Dalian Wanda Group
Es un hecho que en China, el sector de la construcción sufre actualmente un descenso notable de su actividad. Entre 2010 y 2014 ha disminuido su crecimiento anual desde el 9,3 al 4,7%. Un frenazo importante ante un desarrollo brutal anterior. En la primera década del siglo XXI, la población urbana del país asiático supera a la que aun permanece en el campo.
Consecuente, con este cambio donde las ciudades ya son hegemónicas, el Comité Central del Partido Comunista Chino ha revisado sus directrices generales de urbanización. Y ha establecido reglas más estrictas que tratan de atajar los excesos derivados de ese crecimiento urbano expansivo. Entre ellas, se señala que habrá
…castigos más severos para aquellos que contravengan las regulaciones de planificación urbana.
Y especialmente, señalan que
Se prohibirá la arquitectura bizarra que no sea económica, funcional o estéticamente agradable, o respetuosa con el medio ambiente; así como se apoyarán las técnicas constructivas que generan menos residuos y utilizan menos recursos, tales como las que se centran en la edificación prefabricada.
Se plantea que en 10 años al menos el 30% de los edificios sean totalmente prefabricados.
Esas directrices de control del desarrollo territorial también expresan su rechazo al crecimiento expansivo de suburbios incontrolados. Y, al mismo tiempo, apoyan la conservación de las partes urbanas más antiguas. Las ideas sobre comunicaciones estimulan el uso y desarrollo del transporte público en una proporción que debe superar el 40% del total de desplazamientos personales. También la implantación de amplias zonas verdes y la abolición de las urbanizaciones aisladas o segregadas del tejido urbano mediante restricciones al acceso colectivo.
Es un conjunto de argumentos racionales alineados con lo que propugna el pensamiento urbanístico en otras partes del mundo. Sin embargo, la restricción a la producción de arquitectura extravagante es una forma sutil de desechar la experimentación arquitectónica. Se trata de enmarcar dentro de un ideario racional una idea conservadora que es preferida por la burocracia, un estamento colectivo poco proclive a la innovación.
En este punto, convendría destacar la deriva de otro gigante asiático, Japón. Lo ocurrido allí en las últimas décadas es expresivo de la parálisis que surge como consecuencia de un exceso de reglamentación. O de la aplicación de controles basados exclusivamente en preferencias estéticas o ideológicas.
En las ciudades japonesas, la destrucción de los espacios tradicionales o históricos se ha realizado con saña tras la 2ª Guerra Mundial. El rechazo a lo antiguo ha sido radical; colectivamente lo viejo se ha considerado allí como algo que debía desaparecer. En las zonas centrales solo han quedado los palacios y los templos con sus plácidos jardines mientras que toda la frágil edificación residencial previa, construida en teja y madera con sus características particiones de papel ha desaparecido, siendo sustituida inmisericordemente por bloques de cemento y cristal.
Al mismo tiempo, una rigurosas y complejas regulaciones colectivas de todo tipo han ido conduciendo al país hacia una paralización progresiva. Mientras Japón era en la década de los 70 una potencia mundial que iba a superar a los Estados Unidos, hoy ha pasado a ser un territorio irrelevante para la economía, donde sus habitantes envejecen de una manera acelerada. Es un escenario peligroso dominado por la burocratización de la vida colectiva, que dificulta la innovación y donde se fomenta la copia de lo ya contrastado.
En algunos lugares se ha fomentado la innovación arquitectónica a costa del pasado en una primera instancia. Ese esfuerzo destinado a solucionar algunos problemas lacerantes como el hambre y la pobreza, ha traído consecuencias desafortunadas que suponen otros problemas diferentes. La aparición de las regulaciones burocráticas masivas para atajarlas va generando otros problemas insospechados y así sucesivamente.
La búsqueda del equilibrio entre innovación y tradiciones culturales en el tratamiento de las ciudades y sus arquitecturas debería ser una guía para evitar consecuencias imprevisibles. Dejar todo en manos de la visión conservadora produce la paralización de lo urbano y el surgimiento de arquitecturas aun peores que aquellas piezas bizarras que se pretenden evitar.
Información:
Architects Brush off Chinese President Xi Jinping’s Disapproval of “Weird” Buildings
Esther Fung. The Wall Street Journal 25/11/2014
Ovoides Chinescos.
Arquiscopio Pensameinto, 21/12/2012
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