Arquitecturas que se desmaterializan

Por Federico García Barba

La fantasmagórica silueta del pabellón creado por los arquitectos belgas Gijs y Van Vaeremberg en las afueras de la localidad de Borgloom.

Todo lo que es sólido se desvanece en el aire. Así comenzaba el famoso Manifiesto Comunista que Carlos Marx y Friedrich Engels publicaron en Londres en 1848. Una metáfora que sus inspiradores pensaron en relación a la política, pero que también parece una profecía estética y cultural -casi una aspiración- para muchos que buscan como representar esta cualidad inmaterial de nuestro tiempo con toda suerte de artificios cinematográficos y digitales.

Desde que en 1994 Jean Nouvel hiciera su edificio para la Foundation Cartier en París -un centro cultural de grandes paneles acristalados superpuestos que tienden a enmascarar al edificio en una suerte de desaparición escenográfica- toda una pléyade de arquitectos contemporáneos han empezado a construir espacios en los que es muy difícil apreciar sus elementos constructivos, percibir sus límites y entender su configuración. La inspiración parece surgir de temas como la ausencia, el vacío y la desmaterialización de lo físico.

Numerosos arquitectos buscan hoy lograr esa desaparición material de la arquitectura que parece corresponder al Zeitgeist contemporáneo. Es lo que podemos observar en una serie de obras recientemente construidas, como la iglesia virtual del equipo belga Gijs Van Vaerembourg. Es un edificio formado por 30 toneladas de acero Cor-Ten apiladas para dibujar en la distancia el perfil de una iglesia tradicional. Una construcción sorprendente que, sin embargo, adquiere una presencia fantasmagórica sobre el paisaje. La generación de transparencias relacionadas con una silueta tradicional inserta sobre el paisaje rural de Limburg nos indican un dibujo espacial que parece enviarnos el mensaje del declive de la religiosidad tradicional tendente al vaciamiento simbólico de las formas a las que estábamos acostumbrados.

 La presencia de la Fundación Cartier en el parisino Boulevard Raspail del barrio parisino de Montparnasse. Atelier de Jean Nouvel, 1994 

Algo así ya nos lo habían contado unos cuantos pensadores en relación a la cultura del espectáculo en la que estamos inmersos hoy. El vaciamiento de los contenidos y el enmascaramiento de la realidad es una característica esencial en nuestra contemporaneidad que ya nos invitaron a pensar algunos filósofos franceses como Jean Baudrillard y Paul Virilio hace ya varias décadas.

El primero escribiría con denuedo sobre la cultura del simulacro y el ocultamiento progresivo de la realidad. La simulación es la actual situación de la cultura propiciada masivamente por los medios digitales de comunicación de masas. Se prefiere la interpretación reproducida infinitamente, los modelos inmateriales, a los ejemplos realmente realizados físicamente. Es esa perfección que permiten los medios tecnológicos una condición más seductora que la que nos ofrece lo que nos rodea realmente. Como ha señalado provocadoramente Baudrillard, lo real ya no es aquello que puede ser reproducido, sino lo reproducido.

Virilio escribiría en 1991 un libro también fundamental, titulado La estética de la desaparición. En él hacía manifestaciones realmente deslumbrantes que anticipaban toda una serie de situaciones en las que hoy estamos inmersos totalmente. Junto a la aceleración constante, la desaparición paulatina de la realidad es una componente que define nuestro tiempo vital. Para él, la instantaneidad que preside las relaciones contemporáneas de intercambio nos ha llevado a un desprecio de lo topológico, el lugar ha dejado de tener importancia. Ese tiempo instantáneo que vivimos ha propiciado el abandono de las dimensiones de lo físico y con ello la memoria histórica es otro acontecimiento espectacular al que atender con la máxima brevedad. Según este filósofo, en el mundo contemporáneo la logística adquiere así un papel central. Y no se refiere tanto al movimiento de personas y mercancías, como al movimiento de las imágenes que invaden constantemente nuestro escenario cotidiano, incitándonos a la adopción y realización de determinadas acciones personales dirigidas y que interesan a las fuerzas dominantes, aquellas relacionadas con el capital acumulado planetariamente. Es el papel al que tienden también las arquitecturas de estos momentos que buscan su desmaterialización, asumiendo el rol de estrategia colaboradora necesaria.

Esta nueva manera de construir sensaciones, que surge constantemente a nuestro alrededor, se apoya en el grafismo deslumbrante, el brillo de los materiales, las transparencias tecnológicas y los reflejos infinitos que permiten determinadas superficies. Es una estrategia de formalización del espacio que busca transgredir sistemáticamente los mecanismos de la percepción visual. Ya desde sus inicios en el cine, se había experimentado ampliamente con este tipo de situaciones. Lo podemos ejemplificar con la famosa escena dela Damade Shangai en la que Orson Welles sitúa a sus protagonistas en una especie de laberinto de espejos que distorsionan la posición de los actores. En esa magnífica obra, el director impide así a los espectadores con su genial artificio, entender cabalmente los límites y los emplazamientos al haber desaparecido las referencias espaciales con las que guiarse.

La escena en el laberinto de los espejos, en que la femme fatale Rita Hayworth trata de involucrar en sus intrigas al marinero O’Hara. La dama de Shanghái, Orson Welles, 1947.

Ese tipo de planteamientos ha ido incrementando su fascinación en un mundo rodeado por toda suerte de estímulos sensoriales, en los que la distracción permanente es un objetivo con el que pastorear el consumo de atribulados errantes. Una sutileza de la mercadotecnia con la que habremos de lidiar en el futuro de una manera creciente. En este entorno que nos amenaza de una manera envolvente será cada vez más difícil distinguir lo real de lo proyectado, formulándose continuamente estímulos superpuestos como fantasmagóricas imágenes vaporosas. Los elementos ectoplasmáticos, imágenes que flotan junto a mensajes susurrados a nuestros oídos, han adquirido ahí en ese espacio de lo irreal una carta de naturaleza abrumadora qu trata de llevarnos a una ensoñación constante.

Así, nos lo describe con pulcra puntualidad Philip Jodidio en su serie Architecture Now para Taschen, del que se acaba de publicar el volumen Noveno. Dice Jodidio: La arquitectura era una disciplina densa y opaca hasta que se convirtió en espejo del capitalismo. Ahora tratamos de convertirnos en dioses, construyendo pináculos a mayor gloria nuestra y del dinero.

Este esfuerzo de desmaterialización arquitectónica, lo podemos vislumbrar en una serie de obras recientes dedicadas a construir espacios para la venta, el ocio y la difusión del consumo cultural. Los nuevos templos que nos propone el capitalismo avanzado en centros comerciales, lugares destinados a la circulación acelerada de mercancías que se acumulan en una redistribución física planetaria y que nos inducen a la satisfacción del placer inmediato.

 El espacio sin límites de la instalación Beyond Infinity en el Westgate Mall de la ciudad de Shanghái. Serge Salat, 2011

En este contexto estético, en una ciudad de extremos como Shanghái, el arquitecto y artista Serge Salat construyó hace un par de años un espacio para la exhibición de vehículos de última generación como una instalación cultural denominada Beyond Infinity. Esa oportunidad permitió a Salat preparar un espacio irreal de espejos que reflejan recurrentemente volúmenes de matriz fractal. Una especie de juego que nos induce a pensar en lo inalcanzable aprovechando el efecto regresivo de espejos enfrentados en todas las direcciones. Se trataba realmente de un pequeño recinto, que desde sus artificios se expandía hacia el infinito impidiendo a sus visitantes tener una conciencia clara de los límites.

Una estrategia diferente ha empleado el equipo neoyorquino de Gage Clemenceau Architects para establecer la imagen de marca de la cadena de tiendas de moda Nicola Formichetti. En este caso, frente al minimalismo al uso en el mundo de la moda y el consumo de textiles, los arquitectos se han planteado un entorno de venta en el que las prendas se sitúan en un ambiente sensorialmente inmersivo, tratando de producir un impacto de consumo más intenso. En esas tiendas, la desorientación espacial no solo contribuye a la experiencia sino también se añade el aporte de la música, el grafismo y la escultura en una especie de obra de arte total.

 El interior facetado de la Nicola Formichetti Store, Nueva York. Gage Clemenceau Architects, 2011

Para lograr ese efecto de desorientación, el espacio de la tienda Formichetti ejecutada en Nueva York, se conforma con un aplacado de chapas reflectantes cortadas y dobladas robóticamente. El sistema constructivo se estudia para generar una superficie faceteada irregular que se inserta en el espacio disponible y en la que es muy difícil apreciar su orden volumétrico real.

Es también el caso del restaurante Clyde Frazier, construido en Nueva York de acuerdo a un proyecto del equipo californiano Morphosis de Thom Mayne. Un espacio de distinción para que los habitantes del sector financiero de Manhattan puedan relacionarse relajadamente entre iguales. Grandes imágenes de atletas del baloncesto cubren sus paredes, remitiéndonos a los héroes pasados de los New York Nicks, en una ensoñación de lujo ligada a las proezas deportivas de la propia ciudad. Los fantasmas gloriosos del baloncesto acompañan aquí la realidad de las relaciones ficticias ligadas a las finanzas.

 Distribución de paneles deportivos colocados en las paredes del restaurante Clyde Frazier’s Wine and Dine.Hell’s Kitchen, Nueva York. Morphosis, 2012

La importancia menor de la realidad se puede constatar también en el espacio interior generado en el pabellón preparado en 2010 por Metro Arquitetos para la fabrica Nestlé. Se trata de un trabajo proyectual que trata de atraer la atención de los viajeros que circulan a gran velocidad por la autopista de conexión entre Sao Paulo y Río de Janeiro. Sus grandes estructuras rojizas a modo de pináculos constituyen un hito atractivo que se coloca en el paisaje para inducir la curiosidad sobre la exposición Chocolovers creada por la agencia de publicidad brasileña JWT. En el interior del recinto preparado se plantea una escenografía adecuada a la promoción del producto, un recorrido virtual desde la selva hasta los procesos industriales de producción del chocolate. En ese espacio introductorio se trata de reproducir la intensidad vegetal de las zonas tropicales selváticas en la que se cultiva el cacao.

Túnel expositivo del pabellón Nestlé, proyectado en Caçapava entre Sao Paulo y Río de Janeiro por Metro Arquitetos en 2010. Imagen: Leonardo Finotti.

El destino que nos espera es el de la huida del espacio físico para habitar la ensoñación digital que está en las redes. La arquitectura trata de reproducir y estimular así esa sensación de la ausencia que Virilio define en sus textos como picnolepsia. Una patología mental que induce a la falta de conciencia de nuestra posición en el mundo y que se caracteriza por la atención permanente a aquellas distracciones que nos evaden de la consciencia de nuestro cuerpo real. Algo que coincide con nuestra experiencia actual ligada al deseo exacerbado de mediatizar las experiencias con el recurso a una multitud de medios tecnológicos.

Más Información:

Mas allá del infinito. Serge Salat. Design Boom 16/09/2011

The lady form Shanghai. Orson Welles

Iglesia de Borgloon. Gijs van Vaeremberg. Archdaily 15/12/2012  Fotos Filip Dujardin

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