Estructura efímera. Ildefonso Aguilar, 2008
Ildefonso Aguilar es un artista polifacético que ha logrado establecer una voz propia en la isla de Lanzarote. Su mirada se ha centrado en la expresión del paisaje volcánico de esa isla de arena, lavas y vientos, un territorio del que parte para desarrollar un universo personal austero.
Ayer he tenido la oportunidad de asistir al acto de ingreso como Académico de Bellas Artes de este excepcional artista. Fue un acto muy emotivo que tuvo lugar en Santa Cruz de Tenerife y acompañaron al artista numerosos amigos y representantes de la sociedad de la isla más oriental de Canarias.
Lanzarote es un espacio que propicia a la meditación y el reencuentro, que invita a la introspección de cada cual. El siseo del viento y el rumor de fondo de las olas dialogan allí con las quejas del magma en movimiento, allá abajo en las profundidades. Ese suave murmullo te permite abstraerte de un mundo presidido por el ruido y las imágenes infinitas, para establecer una conversación interior contigo mismo.
Es algo que le sucede constantemente a este artista, que te invita -a través de música, pintura y fotografías- a acompañarle en ese viaje hacia la esencia austera de lo originario. Ildefonso Aguilar ha dedicado su vida a observar los colores, formas y sonidos especiales que conforman el paisaje árido de los territorios primigenios, aquellos que apenas acaban de formarse como consecuencia de erupciones recientes. Cataclismos magmáticos que nos recuerdan un paisaje del apocalipsis.
El volcán de Montaña Blanca, visto desde el malpais de Timanfaya. Isla de Lanzarote
Decía el historiador y crítico Fernando Castro Borrego en su discurso de recepción del nuevo académico que Aguilar había logrado establecer una presencia personal en un entorno complejo y ocupado por la preeminente figura de otro gran artista, César Manrique. Pero así como el segundo habría establecido su relación con la tierra de Lanzarote desde una posición de disfrute y vitalidad, casi epicúrea, el nuevo académico habría elevado su voz desde el estoicismo más radical para expresar la simple belleza de lo esencial y primitivo inserta en las lavas y arenas.
En su obra de madurez, Aguilar sigue queriendo expresar su renovado asombro frente al paisaje de los volcanes. En esas manchas oscuras, sentimos visualmente el sonido de la brisa y el chasquear de las arenas calcinadas en un paisaje presidido por la oscuridad de la noche que se cierne amenazante. También nos sugiere un futuro ígneo de desolación y destrucción que puede ser el origen de un nuevo renacimiento que aparece tras la luz del cielo. Unas leves construcciones carbonizadas nos sugieren la fragilidad de nuestra civilización.
El pintor ofreció a la Academia el presente de una obra extraordinaria, una pieza reciente de su serie Estructuras Efímeras. Me atrevería a definirla como una representación del mundo tras el advenimiento del apocalipsis. Un paisaje oscuro de cenizas en el que alguien intenta reconstruir un refugio para el hombre con los despojos y restos calcinados de una civilización ya desparecida. Una prefiguración de un posible destino futuro en el que la hecatombe es algo inevitable. Como la autorregulación planetaria que predicen algunos que ocurrirá en el futuro. Como la que propone el ambientalista James Lovelock en su Hipótesis Gaia.
Estructura Efímera. Ildefonso Aguilar, 2012
Según el Maestro Eckhardt, el gran místico medieval alemán,
“Solo cuando te liberes de la necesidad de alcanzar un logro, tu obra será libre y podrá hablar a Dios. Solo cuando no persigas un fin, podrás dar en tus detalles una casa a Dios. Solo cuando te libres de la necesidad de las cosas, y operes en nombre de la razón de las cosas, solo en ese momento, podrás expresar con tus obras la casa de Dios”.
Es algo que parece estar ocurriéndole a Ildefonso Aguilar.
Más información:
Ildefonso Aguilar de la Rua ingresa como Académico. Real Academia Canaria de Bellas Artes. 15/04/2013
Ildefonso Aguilar de la Rua. Página oficial del artista
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