El origen de la Arquitectura

El fuego del hogar como espacio originario de la arquitectura

Los edificios están presentes en nuestro entorno sin que pensemos la razón de que tengan una forma determinada. Simplemente, constituyen el escenario donde transcurren nuestras vidas desde hace milenios sin que seamos muy conscientes sobre que nos han llevado a habitar esos espacios construidos de la manera en que lo hacemos. Mucho menos, a reconocer que cosas influyeron en esa delimitación de nuestro entorno creadora de recintos en los que recluirnos del ambiente natural.

Volver a las raíces y preguntarnos sobre los principios de las cosas es un ejercicio intelectual estimulante. Como las causas de la reunión humana que pudo dar origen a la arquitectura.

El hogar como espacio central de la arquitectura en la Edad Media

Desde hace varios siglos, se construyen relatos tentativos relacionados con los hogares y las casas que nos remiten a un pasado mítico originario. Una narración que busca explicar el origen utilitario de la construcción y, a continuación, de la arquitectura como expresión poética del habitar.

Más aun hoy, en que todo está sujeto a una aceleración y cambio acelerado lo que nos lleva a volver nuestra mirada hacia el pasado para comprender el comienzo de lo que ocurre a nuestro alrededor. Es una pulsión nostálgica que nos lleva a escudriñar la historia y en la que como señalaría Witold Rybczynski en su trabajo sobre La Casa, la reverencia hacia lo antiguo se ha convertido en algo tan fuerte que cuando las tradiciones no existen, muchas veces se inventan.

La cabaña primitiva de Laugier. Grabado que introduce el ensayo titulado Essai sur l’Architecture, publicado en Paris por Barrois en 1755

Como haría el abate Marc Antoine Laugier en sus obras. Hacia 1750, este pensador francés publicó su Essai sur l’Architecture en la que exponía su visión de la llamada choza primitiva. Para Laugier, los primeros hombres que se asentaron utilizarían para vivir protegidos en comunidad básicamente la madera, construyendo sus albergues mediante sistemas simples de columnas, vigas y cubiertas inclinadas con los que protegerse bajo los árboles de las inclemencias del tiempo. Su idea era casi una simple traslación metafórica de los propios mecanismos naturales que la botánica ha definido espontáneamente para establecer el lugar en el mundo de las plantas. De acuerdo a su razonamiento empírico, este sistema estructural sería la base que daría lugar a la arquitectura clásica y, especialmente, a la formalización de su epítome esencial, el templo griego.

Con el advenimiento posterior de la arqueología y las investigaciones masivas sobre el pasado remoto, la idea de Laugier sobre los orígenes de la arquitectura se revela como un disquisición con un fundamento poco sólida; esa traslación del lenguaje vegetal a la arquitectura no deja de tener un cierto matiz ingenuo y sentimental. Era una argumentación estética que apoyaba aquella visión romántica establecida en el siglo XVIII sobre la arquitectura como la primera de las bellas artes. Como señalaba Hegel,

La arquitectura representa los inicios del arte, pues en sus inicios el arte todavía no ha hallado para la representación de su contenido espiritual, los materiales apropiados ni las formas correspondientes. Los materiales con los que trabaja este primer arte están desprovistos de espiritualidad; se trata de la pesada materia sometida a las leyes de la gravedad; en cuanto a la forma, consiste en reunir de modo regular y simétrico las formaciones de la naturaleza exterior.

Al buscar los primeros inicios de la arquitectura encontramos, ante todo, la cabaña, habitación del hombre y el templo, recinto que alberga al dios y a la comunidad de sus fieles.

Es una manera incompleta de entender los principios y adelanta una percepción de la trascendencia de la arquitectura como representación y vestigio de la presencia del hombre sobre la tierra. Sin embargo, esta cándida visión primigenia ha seguido ejerciendo hasta hoy un potente encanto colectivo en el imaginario común.

Por el contrario, los orígenes de las casas y las ciudades han debido de tener una razón más remota y básica. Porque existe un elemento anterior que guía la generación de los recintos comunes del hombre. En los comienzos de la vida humana en grupo está el fuego y su protección como un mecanismo esencial para la salvaguarda de la existencia. Probablemente, la reunión al aire libre en torno al fuego sea la expresión más primordial de la idea de comunidad. El hogar común alrededor del que calentarse y cocinar los alimentos daría origen a un recinto en torno al que surgirá el espacio que organiza a la humanidad.

Los grupos de cazadores llevaron esta estrategia un poco más allá con la construcción de chozas de piel y su agrupación en recintos más amplios. A la manera en que lo hacían las tribus indígenas de Norteamérica, esas formas primitivas de colectividad a las que tanto nos han acostumbrado las películas de Hollywood. En ellas, el fuego se ha protegido e individualizado alrededor de grupos más pequeños, a partir de construcciones formadas por una primera piel soportada por estructuras básicas de grandes ramas.

Reconstrucción dibujada del paisaje urbano de Çatal Hüyük. A partir del trabajo de investigación arqueológica realizado por James Mellaart y publicado en 1967.

Representación figurada del agrupamiento de habitaciones de Çatal Hüyük

De acuerdo a las hipótesis avanzadas por Jane Jacobs en su libro sobre la Economía de las Ciudades, en el Neolítico -más allá del sistema de agrupamiento característico de las acumulaciones tribales de cazadores y recolectores- surgen estructuras colectivas más estables junto a los cursos de agua, a las fuentes de materiales y a las provisiones esenciales. Serían pequeñas comunidades que se estructuran alrededor de la recolección de frutos, la caza y la ganadería, para permitir a posteriori la aparición también de una primitiva especialización comercial sobre algunos bienes concretos. De acuerdo a su tesis estas formas de asentamiento tuvieron un carácter previo a la aparición de la agricultura y las formas más complejas de organización que darían lugar a las ciudades.

Jacobs recurre para apoyar su tesis al ejemplo del poblado de Çatal Hüyük, una agrupación de construcciones sobrepuestas, que descubrió el arqueólogo británico James Mellaart en 1958. De acuerdo a su argumentación, ese yacimiento era la expresión de una nueva forma urbana basada en la exclusividad comercial relacionada con un material esencial: La piedra volcánica de obsidiana, cuyas características de dureza y facilidad de manipulación la hacían una herramienta fundamental para ejercer las tareas de alimentación, protección y cobijo. En el diseño de Çatal Hüyük, descubierto por Mellart sobre una pared del sitio excavado – un trazado que se considera la primera representación de una ciudad- junto a la agrupación de edificios, se pueden detectar esos elementos básicos que daban sentido a aquella reunión y asentamiento humano, el volcán Hasan Dag en la parte superior y el curso próximo de un río que delimita el asentamiento entre ambos. Aunque llegaría a alcanzar más de 13 hectáreas, Catal Hüyük -y otros asentamientos conocidos que le precedieron hace más de 8000 años como Jericó, Mallaha y Abu Hureyra- no puede considerarse una verdadera ciudad ya que carece de los espacios comunes y de relación colectiva imprescindibles para su identificación como una sociedad estratificada organizada y jerarquizada. A pesar de la ausencia de plazas y templos, lo interesante de Çatal Hüyük es el tipo convencional de las unidades de habitación y su forma de agregación y articulación. Son pequeños cubículos de formas ortogonales que se van superponiendo y a los que se accede por aberturas situadas en sus cubiertas. Probablemente, las casas así conformadas estaban constituidas por un espacio común interior -alrededor del fuego- cuyo humo se evacuaba precisamente por el orificio de entrada. En las representaciones figurativas hechas sobre estas agrupaciones se observan terrazas abiertas a distintos niveles interconectadas mediante rampas y pequeñas escaleras de madera que no tienen relación con las formas de urbanización a las que estamos acostumbrados actualmente.

Otra historia interesante sobre la conformación primitiva de la habitación humana es la que se refiere al poblado prehistórico de Skara Brae en las escocesas islas Orcadas. Un yacimiento sobre el que trabajó el antropólogo Vere Gordon Childe; y a partir de la cual, establecería su teoría de los comienzos de la civilización. Para Childe, los seres humanos en un momento dado, hace 10.000 años -entre el Neolítico y la aparición de la Edad de Bronce- descubrieron las ventajas de la agricultura, la escritura, el reparto estable de roles de gobierno colectivo y, con ello, la arquitectura. Elementos varios de organización colectiva que Childe identifica en su obra como característicos de la civilización.

Plano de la excavación realizada en Skara Brae por Gordon Childe, 1925. Bahía de O’Skaill, Orkney Islands.

Interior de una de las casas descubiertas en 1850 en Skara Brae.

El poblado de Skara Brae, era un conjunto de montículos junto a la costa en los que nadie se había fijado durante miles de años. Hacia 1850, aquel Howie -como es conocido ese tipo de accidente geográfico por los nativos de aquellas remotas islas- se puso en evidencia tras un fortísimo temporal, descubriendo así un tesoro cultural en forma de poblado prehistórico. Era un conjunto de casas semienterradas que conservaban intactos sus espacios y utensilios asociados, como si hubieran sido desatendidos de repente por sus habitantes. A día de hoy se desconocen las razones por las que hace casi cuatro milenios fueron abandonados por aquellos que llevaban allí una vida apacible consumiendo esencialmente los productos de la costa. Seguramente, era una época dura y difícil sometida a complejos avatares y violencia, en la que el inmenso territorio que forma el conjunto de las islas británicas estaba habitado por apenas 20.000 personas que se disputaban escasos recursos.

Hoy, Skara Brae es un conjunto agrupado y bien delimitado de edificios irregulares que se conserva impecablemente. En sus tiempos de esplendor estaría poblado por unas escasas decenas de personas que disfrutaban de una vida relativamente cómoda y apacible. Lo interesante de esas casas es su increíble estado de preservación tras varios milenios enterradas bajo las arenas del lugar. Estaban conformadas por un recinto interior común delimitado con piedra apilada y protegidas de las inclemencias por unos amontonamientos perimetrales de arena. Probablemente, estaban cubiertas con un entramado horizontal o en cono de troncos y un cerramiento superior rematado con ramas y hierba. Una forma simple de cobijarse frente a las fuertes inclemencias del tiempo en esa parte septentrional del planeta.

Aquel grupo de nueve casas tenían en su centro el espacio reservado para el hogar y en sus paredes se disponían hornacinas y estantes para guardar diversos utensilios y provisiones de aquella pequeña agrupación humana que la habitaba. Se accedía a los interiores por pequeños pasajes en trinchera y las casas tenían puertas con cerraduras elementales y primitivos sistemas para la evacuación de desechos y el desagüe de aguas al exterior. Algunos compartimentos de piedra en el suelo, deberían servir como lechos en los que agrupar paja para dormir. Todo el conjunto presenta enlosetados para mejorar el aislamiento. Y, probablemente, los interiores eran espacios calientes, agradables y acogedores, con un control adecuado de las posibles humedades existentes en un lugar así. En esencia, Skara Brae define un tipo de asentamiento y habitación humana repetido extensamente a lo largo de la historia de la humanidad en numerosos y dispares lugares.

Un modelo alternativo es el que han supuesto durante siglos las casas mediterráneas prototípicas, desde Grecia a Roma. Unas formas de habitación familiar que evolucionaron manteniendo la idea del patio abierto en su centro. Este espacio era el lugar de reunión y contacto común al que se proyectan las dependencias más cerradas de la casa. Por el contrario, en el Norte de Europa, siguió manteniéndose aquella tradición primitiva en la conformación del espacio común en torno al fuego colectivo que ejemplifica Skara Brae. Son formas más compactas de integración de las unidades humanas en un volumen único colectivo conformado por paredes de piedras aglomeradas bajo un techo de paja apoyado sobre piezas de madera. Como señala Bill Bryson, en su trabajo de 2010 sobre la casa en referencia a lo ocurrido con la colonización anglosajona en Inglaterra tras la retirada de los romanos,

Salpicaron el paisaje con unas estructuras pequeñas y extrañas que reciben el nombre de “grubenhäuser” –o casas hoyo. Consistía simplemente en un hoyo, de medio metro aproximado de hondo, sobre el cual se erigía un pequeño edificio.

Eran estructuras muy pequeñas de una escasa decena de metros cuadrados que se colocaban separadas del suelo y que se recubrían de tablones de madera dejando una especie de sótano destinado al almacenaje y, lógicamente, a la mejora del aislamiento respecto al terreno. Tal como sigue relatando Bryson, deberían ser espacios sumamente desaseados en los que se convivía con todo tipo de desperdicios. Como la paja para los lechos, restos de comida y huesos y piezas cerámicas rotas. Lo importante era el mantenimiento del fuego común que daba calor y permitía la preparación de los alimentos, mientras que la limpieza tenía una escasa importancia. Y con ello, la convivencia permanente con el humo del hogar que no encontraba un camino para su evacuación eficiente a través de las cubiertas.

El tipo de vivienda en Hall. Axonometría de un modelo de casa medieval característica de las islas Británicas.

En el Medioevo, estas casas exiguas crecen para dar lugar a estancias mayores y más sofisticadas. Eran espacios que seguían manteniendo la costumbre de convivencia común entre los miembros de la familia, los sirvientes, esclavos e, incluso, los animales que proporcionaban calor y alimento. En estos recintos residenciales sigue manteniéndose la reserva del centro para el fuego colectivo que mantiene su carácter como esencia del hogar. Solo el descubrimiento de las chimeneas como sistema para evacuar eficientemente el humo, libró a los habitantes del norte de Europa de la presencia de gases tóxicos en el interior de los edificios. Con ello, parece ser, se mejoró notablemente el confort de los interiores, apareció la división en habitaciones diferentes y especializadas y la adición de nuevos hogares en cada recinto añadido.

Esos nuevos artilugios espaciales utilitarios que son las chimeneas, van a permitir la especialización del espacio y la aparición de las segundas plantas en los edificios. Tras el encauzamiento y eliminación del humo, se descubriría el espacio bajo las cubiertas inclinadas como un lugar aprovechable con las imprescindibles adaptaciones y el añadido de las escaleras. Es la manera en que aparecerían las residencias más amplias y sofisticadas que caracterizan el Bajo Medioevo y, posteriormente el Renacimiento.

Interior doméstico con interprete de virginal. Emanuel de Witte, 1660 aprox. Usado para ilustrar el libro de Rybczynski, La casa. Historia de una idea.

Esta idea del hogar como origen de las casas y su reconversión mediante la chimenea sería aprovechada por un arquitecto más cercano como Frank Lloyd Wright. Sería para él un recurso poético en el que cimentar la composición de su manera de entender la arquitectura. Las conocidas como Prairie Houses, serían composiciones primeras del arquitecto en las que la presencia de la chimenea central en piedra natural sirve como elemento articulador y organizador de los espacios del edificio. Un recurso utilitario que le serviría también posteriormente para la concepción de las Usonian Houses en un formato más reducido.

El espacio del hogar en la casa Kaufmann en Bear Run, Pennsylvania. Frank Lloyd Wright, 1939

Hoy, el espacio del hogar ha sido sustituido por el crepitar de esas pantallas familiares que representan las televisiones. En definitiva, la protección del fuego colectivo nos remite a la esencia originaria de la arquitectura doméstica. Una forma de relación colectiva que también tiende paulatinamente a la desaparición y su sustitución por la inmaterialidad de nuestros contactos con aquellos que están más próximos a través de todo tipo de artilugios digitales.

1 comment to El origen de la Arquitectura

  • José Miguel león. arquitecto

    Interesante artículo del que he utilizado la imagen de alrededor del fuego para ilustrar mi comentario “del abrigo a la casa” en laciudadvisitada.blogspot.
    Felicidades y gracias

    Artigo interessante que usei a imagem em torno do fogo para ilustrar meu comentário “do abrigo à casa” na laciudadvisitada.blogspot.
    Parabéns e obrigado

    José Miguel león

Deja una respuesta a José Miguel león. arquitecto Cancelar

  

  

  

You can use these HTML tags

<a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <strike> <strong>