La voluntad paisajística de Flora Pescador
Graderío de acceso en el parque del barranco de la Ballena. Las Palmas de Gran Canaria. MPC Arquitectos, 2008
Bajo este sugerente título, la arquitecta Flora Pescador hizo su discurso de ingreso a la Academia Canaria de Bellas Artes en un acto celebrado el pasado mes de Junio en las Palmas de Gran Canaria. Los que allí estábamos pudimos comprobar su vasta erudición y conocimiento sobre la práctica de la jardinería y el diseño del paisaje. Este es un texto a modo de diálogo con lo allí expuesto por ella que surge a colación del propio interés por la historia de las plantas y jardines. Como dice un proverbio chino:
Si quieres ser feliz una hora, bebe un vaso de vino; si quieres ser feliz un día cásate; pero si quieres ser feliz toda una vida, hazte jardinero.
La maestra de jardineros británicos, Gerturde Jekyll fotografiada en su jardín de Munstead Wood hacia 1920.
Muchas veces sin saberlo, compartimos inquietudes con algunas personas. Al final acabamos tropezándonos con ellas en algún recodo de este camino de búsqueda personal que es la vida.
Es lo que me ocurre con Flora Pescador Monagas que comparte conmigo intereses por el conocimiento de la jardinería y el paisaje. Y, por ello, también somos personas que aspiramos a saber sobre la historia de las experiencias pasadas inscritas en jardines y sobre las herramientas para la construcción del paisaje contemporáneo. Ella ha llevado más allá que yo ese esfuerzo desde la docencia que imparte en su asignatura de Arquitectura del Paisaje, formando parte del Departamento de Arte, Ciudad y Territorio de la Escuela de Arquitectura de las Palmas de Gran Canaria.
Oyéndola expresar sus convicciones sobre esta cuestiones durante el acto en el que formalizó su ingreso como Académica de Número en la Real Academia Canaria de Bellas Artes en Junio de 2016, me han venido a la memoria una serie de recuerdos relacionadas con esos antecedentes que constituyen el fundamento de la disciplina del paisajismo. Como su encuentro personal con Penelope Hobhouse la gran historiadora de los jardines -a la que yo solo he tenido oportunidad de leer, cuando hace años encontré su magnífico trabajo titulado “La Historia de las plantas y los jardines“.
Mientras la oía a ella -y al gran maestro de arquitectos canarios que es Félix Juan Bordes que ofició como su presentador a los Académicos allí reunidos, glosando sus méritos- rememoré también a muchos personajes que han impreso una huella importante en la historia de la construcción del paisaje y la jardinería. Como André Le Notre, Capability Brown, F.L. Olmsted, Gertrude Jekyll, Roberto Burle Marx y tantos otros que han intervenido sobre el territorio en tiempos ya pasados y también en el presente.
Gilles Clement trabajando en su jardín de la Vallée, cerca de Versalles en Crozant dans la Creuse.
Por ejemplo, André Le Notre y sus contemporáneos que realizaron una serie de admirables jardines en la región de París hace ya más de tres siglos,. Y, entre ellos especialmente Versalles, donde surge una estirpe de artistas volcados en una reconfiguración racional y ordenada del territorio. Aquellos franceses que trabajaron para la monarquía absolutista del Rey Sol fueron representantes de una forma de adecuar los elementos naturales a una concepción altamente intelectualizada del paisaje; unos trabajos sujetos a un orden riguroso como una forma de representación estética de la gloria de aquella nación, de la majestad real y del poder unipersonal absoluto. Unos santuarios vegetales a los que trato de acudir cada vez que tengo la oportunidad de visitar la capital de Francia.
O los grandes maestros británicos encabezados por William Kent o Capability Brown que abrieron nuevas sendas en el tratamiento del paisaje reconfigurado por el Hombre a partir de la idea de lograr una nueva armonía que no se diferenciara de lo hecho por la Naturaleza. Y que luego, desde otras ideas formales y coordenadas culturales abrirían el camino para la exaltación de lo pintoresco como una fuente de deleite estético en la contemplación del espacio territorial.
También está presente en la memoria de algunos, Frederick Law Olmsted. Un agricultor de formación que llevó a América esas curiosas ideas relacionadas con la construcción artificial de lo sublime que propugnaba un filosofo naturalista como Edmund Burke. Allí, en ese espacio maravilloso que es el Central Park de Nueva York -utilizado hasta la extenuación como escenario naturalizado en infinidad de películas- pero también en el increíble Prospect Park de Brooklyn o el llamado Emerald Necklace de Boston, esa representación de la belleza sublime acompaña a los corredores y a los que descansan de una manera indolente sobre sus praderas.
Y qué decir de las mujeres que luego han venido a incorporarse a esta tarea de interactuar artísticamente con el paisaje, añadiendo su especial sensibilidad femenina. Como las británicas Gerturde Jekyll o Vita Sackville West que construyeron maravillosos jardines coloristas como complemento a atrayentes mansiones situadas en la campiña inglesa. Ellas aportaron ese afable mimo hacia delicadas plantas y la preocupación por las combinaciones de matices de olor y tonalidades que permiten las modernas colecciones de flores provenientes de todos los rincones del mundo,. Para así construir unos jardines que son una delicia en su contemplación durante su recorrido y estancia.
Επίσης, viendo la disposición de parterres, plantas y caminos en los jardines de Flora Pescador surge la presencia de imágenes inesperadas asociadas, για παράδειγμα, a los jardines tropicales del gran artista brasileño Roberto Burle Marx. Otro paisajista amante de la flora de la selva amazónica, cuyos ejemplares más destacados le sirvieron de paleta para concebir jardines como cuadros abstractos que dialogan con florestas y montañas desde la aplicación sabia del color y las formas adecuadas. Una especie de surrealismo vegetal que surge de un continente especialmente rico en bellezas naturales.
Jardín de las Ranas. Río Mall Shoping Center, Atlanta. Martha Schwartz, 2000
Cuando ella nombra a Gilles Clement nos acordamos también de los argumentos de este jardinero a favor de la emigración radical de las especies a lo largo y ancho de este mundo. Un peregrinar que sigue los rastros de los caminos transitados a su vez por los millones de individuos que integran la propia Humanidad. Es el concepto del llamado “Jardín en Movimiento” que tiene hoy una dimensión planetaria insoslayable e inevitable; por mucho que les pesa a algunos la invasión de especies en competencia con las autóctonas. O la necesidad expuesta también por Clement de considerar otra idea interesante: el “Tercer Paisaje“. Esa concepción de los espacios residuales y abandonados como fértil y abonado campo para la conservación azarosa y la proliferación no intencionada de las especies que podrán sobrevivir a los desmanes a los que nuestra civilización somete al espacio que habitamos. Es que la ecología y la evolución en el tiempo de las plantas y los espacios territoriales es una disciplina que puede también ser considerada como material artístico. Para Clement hacer jardín es resistir las inevitables transformaciones que tienen lugar en el planeta. Como así han hecho y hacen los también franceses Michel Desvigne y Christine Dalnoky en sus parques que evolucionan en el tiempo bajo su atenta mirada.
Me gustaría hacer también una referencia a la sofisticación que representan los jardines japoneses, de los que esta paisajista tiene un conocimiento de primera mano.
Desde que en el siglo XII se acabara de componer el Sakuiteki, ese tratado que manejan todos los jardineros tradicionales en Japón, el arte de la reconfiguración del territorio en ese país ha alcanzado grandísimas cotas de sofisticación. Una situación de respeto y veneración hacia el paisaje que es envidiable y que representa un ejemplo para el resto del mundo civilizado. Tras el advenimiento del Shogunato Tokugawa en el siglo XVII, se procedió allí a una reconfiguración sistemática del territorio con la replantación masiva de los bosques naturales desaparecidos. La inmensa deforestación que supuso el aprovechamiento masivo de la madera para barcos, casas y combustible había transformado a aquellas islas en un páramo insostenible que conducía a su inhabitabilidad radical. Gracias a una voluntad política inteligente, gran parte de aquel país insular recuperó -en solo doscientos años- un envidiable esplendor natural mediante la aplicación de lo que algunos consideraran una contradictoria artificialización del territorio. Allí, el arte de la jardinería se ha llevado a cotas de sofisticación inalcanzables para el resto. Como ocurre tanto en los grandiosos jardines de paseo de villas y palacios como en los pequeños y humildes espacios de acceso a las casa de té o cha-niwa. Lugares artificiales que representan el territorio que se recorre a pie mediante miniaturas minerales y vegetales; y cuyo ejemplo más reconocido es aquel compuesto por los espacios que rodean a la Villa Imperial Katsura en Kyoto. O también los llamados “Karesansui“, esos jardines constituidos exclusivamente por grava y piedras sumamente escogidas. Unas abstracciones enigmáticas del paisaje, pensadas como “Koans“, esos acertijos destinados a estimular la meditación en los devotos del pensamiento Zen.
En Japón, la reconfiguración de lo natural refleja el despliegue de una cultura altamente sofisticada que ha llevado a esa sociedad peculiar a una especial relación de respeto al territorio. La expresión de un colectivo humano altamente avanzado en lo intelectual, una circunstancia que se refleja de alguna manera en lo material que rodea a los que habitan esas islas. Esperemos que el resto de habitantes de este planeta continuamente reconfigurado por fuerzas económicas podamos aprender de estas maneras antes de que acabemos engullidos por la entropía destructiva que hoy hegemoniza el entorno que nos rodea.
Países sorprendentes, personajes históricos aquellos y proyectos contemporáneos que influyen en las actuales maneras de abordar el paisaje. Y que, en el caso de Flora Pescador, tienen una evidente incidencia en los trabajos que ella dirige.
Vista desde la autopista GC-3 del ajardinamiento que actúa como zócalo de la parte alta de la ciudad. Parque de la Minilla, Las Palmas de Gran Canaria. MPC Arquitectos, 2002
Cuando vemos en concreto los parques y jardines de esta arquitecta, se evidencia su voluntad de transformación y reconfiguración artística de los elementos naturales y artificiales para generar una nueva expresión que sea percibida al mismo tiempo como local y global. Una pulsión que se descubre indagando en los lugares que proyecta desde la incorporación de piezas y figuras abstractas junto a numerosos elementos vegetales. También con el añadido de guiños que resulten sorprendentes. Y aquí se desprende claramente la influencia de algunos paisajistas americanos contemporáneos como Peter Walker y, πάνω από όλα, Martha Schwartz. Unas referencias que se pueden apreciar por ejemplo en esa obra suya de jardinería hecha para la Bienal de Arquitectura y Paisaje. Pero también en determinados espacios de los parques de las laderas de la Minilla y en la parte baja del barranco de la Ballena, ambos en Las Palmas de Gran Canaria.
Perspectiva que refleja la organización de la idea proyectual propuesta. Parque de la Minilla, Las Palmas de Gran Canaria. MPC Arquitectos, 2002
La construcción de la gran vía de circunvalación a la ciudad de Las Palmas, a partir de 1997, ha ofrecido la oportunidad de ejecutar algunas intervenciones paisajísticas interesantes en sus bordes. En muchas ocasiones, las grandes obras públicas y sus procesos expropiatorios asociados producen incontrolados espacios residuales vacantes que no se sabe cómo tratar, permaneciendo durante mucho tiempo como grandes heridas territoriales que generan así un intenso impacto paisajístico. La realización de la autovía GC-23 ha significado la instauración de un potente elemento articulador de la ciudad principal de la isla de Gran Canaria; cuyo proyecto y realización ha sabido complementarse en sus bordes con diversas actuaciones de regeneración topográfica, ajardinamiento y reforestación. Una de ellas es la que se inscribe en una estrecha ladera entre la avenida de Escaleritas y su primer tramo al Norte próximo al enlace con la autopista GC-2 que bordea el barrio de Guanarteme.
Recintos de grava coloreada para estancia y juegos infantiles situados en el recorrido longitudinal del parque. Parque de la Minilla, Las Palmas de Gran Canaria. MPC Arquitectos, 2002
Ahí en esa estrecha franja de ancho variable, Mirallave, Pescador y Casas -el equipo de arquitectos con el que Flora Pescador suele trabajar conjuntamente- ha realizado en 2002 un interesante espacio ajardinado en una superficie próxima a las 2 hectáreas. Se trataba de ejecutar un recinto accesible desde la ladera que bordea la ciudad alta y que funcionará como una especie de mirador. El objetivo era generar un espacio para el descanso apacible que permitiera disfrutar de las vistas de los barrios urbanos situados al otro lado de esa potente infraestructura. Al mismo tiempo, esa franja iba a constituirse como masa arbolada, una especie de zócalo verde de la parte alta edificada tras la misma, regenerando la reconfiguración topográfica realizada por las obras de la autovía y mejorando perceptivamente la perspectiva de la principal entrada viaria a la ciudad desde el Norte.
Para sus esporádicos usuarios, el parque de la Minilla se presenta como un jardín que, en cierta medida, se aísla de las condiciones de contorno para así permitir la contemplación sosegada e intimista del flujo incesante de vehículos que discurre por la autovía. Por ello, la vegetación proyectada se organiza como una pantalla que filtra el intenso ruido y enmarca las perspectivas que se consideran interesantes.
El mirador abierto al paisaje de la autopista que rememora la antigua construcción existente en el Parque de la Minilla
El recorrido longitudinal que los autores proponen, va recorriendo una serie de terrazas, espacios de estancia acondicionados para el disfrute al sol y a la sombra de la tranquilidad que proporciona el parque. Desde un pequeño sendero que enlaza con la calle se ingresa en un lugar totalmente aislado del entorno El paseante se va encontrando con una serie de acontecimientos en los que se combina el color, la sombra y la brisa para disfrutar de las perspectivas largas y cortas que se han seleccionado. Se trata tanto de lugares para el juego infantil con pavimento de grava, como piezas casi escultóricas a modo de bancos bajo la sombra de los árboles que se engarzan a largo de ese trayecto definido por gruesos tablones depositados directamente sobre el terreno. El paseo concluye accediendo a la plataforma mirador, definida como una gran plancha horizontal que sobrevuela sobre el terreno y se enmarca por una sucesión ritmada de grandes pórticos metálicos. Esa arcada se constituye así en una especie de balcón sobre el paisaje.
Según los autores se trata también de recuperar simbólicamente la memoria inscrita en el lugar, representada por una antigua casona desaparecida. Para ello, construyen ese pórtico virtual y mirador abierto que representa metafóricamente el volumen desaparecido en cuyo interior se coloca una escultura a la manera de árbol metálico. La intervención de artistas locales como el muralista local García Álvarez y el escultor José Antonio Giraldo acaba enriqueciendo netamente ese espacio público con la fuerza evocadora de sus obras.
Graderío de acceso en el parque del barranco de la Ballena. Las Palmas de Gran Canaria. MPC Arquitectos, 2008
Otra obra paisajística interesante que refleja la poética personal de Flora Pescador y sus compañeros es el parque del barranco de la Ballena, terminado en 2008 también en Las Palmas de Gran Canaria. Es una vaguada estrecha en un emplazamiento difícil que se sitúa entre la autovía GC-23 y la avenida de Escaleritas y que hoy está además atravesada por un puente que se superpone a ese espacio enterrado.
El lugar del parque se define como un gran recinto triangular que se encaja en la depresión existente y uno de cuyos vértices se conecta con la gran rotonda de enlace situada frente al centro comercial La Ballena. Desde ese punto se accede al parque a través de una gran escalinata enmarcada entre parterres paralelos en los que se inscriben varias alineaciones de palmeras reales indicando la dirección de entrada al parque. Son unos centinelas vegetales que acompañan al visitante en el inicio de su recorrido por los senderos del parque.
Axonometría que muestra la ordenación proyectada para el parque del barranco de la Ballena. MPC Arquitectos, 2008
La ordenación en planta de recintos y recorridos des este espacio libre urbano sigue una estrategia compositiva en retícula que recuerda los trazados pictóricos de Mondriaan. Es un sistema que permite dividir el espacio en piezas rectangulares de plantación y estancia más pequeñas. Y, συγχρόνως, establecer una red de caminos para hacer accesibles las distintas plazas que se inscriben a modo de salones de descanso. La cuadrícula de base así definida permite también una inserción ordenada de las plantaciones de árboles y palmeras ajustando el espacio disponible a un orden de identificables masas y alineaciones que organizan visualmente los recorridos. Un paseo pavimentado perimetral precisa finalmente el espacio reservado al parque. La utilización de potentes tablas o traviesas de madera y muretes de piedra concertada en límites y desniveles confiere al conjunto de una personalidad formal característica.
El proyecto de este espacio urbano de ocio se concibe con una austeridad extrema. Los pavimentos y escalinatas de acceso son de tierra apisonada, junto al empleo en la plantación de especies vegetales de pocas necesidades hídricas y escaso mantenimiento. A este respecto, es patente la excesiva tacañería del cliente en la provisión de recursos suficientes para garantizar un disfrute y una utilidad dotacional básica en este espacio público. Debido a ello, los proyectistas no han podido diseñar el recinto incluyendo mayores superficies de tapizantes, o unas mínimas plantas de flor o arbustos imprescindibles, piezas vegetales que hubieran aportado una mayor riqueza al espacio aumentando así su atractivo colectivo. Y mucho menos en lo que se refiere a piezas de mobiliario, sombreado provisional o pequeñas edificaciones para kioscos y terrazas que sirvieran de reclamo para los usuarios que habitan los barrios colindantes. Si a ello añadimos la necesidad de un tiempo largo en el proceso de crecimiento del arbolado, que no ha sido tenido en cuenta cabalmente, es muy posible que esta nueva dotación para la ciudad de Las Palmas pueda estar sufriendo un proceso de abandono y degradación, a pesar de esa magnífica estructura de base proyectada.
No obstante, la calidad del diseño y las posibilidades de mejora paisajística proyectada se refleja en el brillante tratamiento del espacio de acceso principal. Esa escalinata configurada con alineaciones de Roystonea regia y Tabaibas dulces, junto a masas de Magarzas y Dimophotecas, recuerda a planteamiento formales del gran paisajista americano Peter Walker. Se ha generado ahí una muestra del interesante carácter visual que podría tener el parque en su conjunto con una apropiada estrategia de plantación que considerara el tiempo largo de consolidación de los parques.
En este sentido, es un espacio de ocio incompleto que refleja la escasa importancia que la esfera pública da a estas cuestiones en las principales ciudades de las islas Canarias. Este hecho se agrava cuando se trata de espacios en los que la vegetación necesita períodos temporales largos para alcanzar su esplendor y las fases iniciales de desarrollo son difíciles.
Flora Pescador con su ejemplo y desde su posición docente ha enseñado a múltiples generaciones de arquitectos canarios las posibilidades que ofrece el diseño del paisaje para mejorar un territorio castigado tremendamente en el último siglo. Pero como nos enseña la experiencia de la reforestación de Japón, que se comentaba anteriormente, esta situación siempre y en cualquier momento, puede cambiar radicalmente con una conciencia social y un esfuerzo colectivo adecuado. Solo hace falta reconocer las inmensas posibilidades de un territorio paisajístico como el que forman las diversas islas del archipiélago canario.
El sistema ortogonalizado de plantación del arbolado en el parque del barranco de la Ballena. MPC Arquitectos, 2008
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