Especulaciones sobre Huambo en Angola

Por Rodrigo Vargas


Huambo es una ciudad que surgió, en tierra de nadie, por dos motivos: los planes de la monarquía portuguesa, heredados por la República, para la colonización del altiplano central del país y la convergencia de estos con el trazado de la línea de tren de los  “Caminhos de Ferro de Benguela”, concesionaria de la explotación del transporte de mercancías que unía el puerto de Lobito en el oeste atlántico angoleño, con las minas de cobre, situadas en lo que, en la época, era el Congo Belga.

“… con el fin de estimular a sus funcionarios a trabajar en las colonias, creaban para los dispuestos a marcharse unas condiciones de vida fabulosas. El pequeño y modesto funcionario de correos (…) recibía un chalet con jardín y piscina, coches, servidumbre, vacaciones en Europa, etc. La burocracia colonial llevaba una vida realmente estupenda.”
Ryszard Kapuscinski,  Ébano, 1998.

La razón por la que su fundación no se quedó en una simple parada de tren más, fue gracias a las visiones urbanísticas del ingeniero Carlos Roma Machado y el decreto del entonces gobernador general de la provincia de ultramar de Angola, Norton de Matos, que concibió el asentamiento para contrarrestar la influencia de la compañía de la línea férrea en la región con una fuerte presencia de la administración portuguesa. Tanto es así que, tras su fundación oficial en 1912, fue elevada a nueva sede de municipio, tan solo nueve años después. Más tarde, en 1928, se aprobó un nuevo anteproyecto, por el cual se le cambió el nombre por el de Nueva Lisboa, con el que sería conocida hasta 1975. La Carta Orgánica de Angola hizo de ella la capital teórica de la colonia -hasta la revisión del Acto Colonial en 1950-, pero sin efectos prácticos.
Por un lado, la concepción de la ciudad de Huambo reflejaba la visión imperial una urbe de nueva planta fundada en lo que es aproximadamente el centro de los 1,25 millones de kilómetros cuadrados de la mayor y más rica de las provincias de ultramar que componían el imperio portugués; por otro lado, la modernidad del nuevo siglo, harían que se notará también allí la influencia de las ideas utópicas americanas e inglesas que se formalizaban bajo el concepto de Garden City, con la particularidad de incluir los barrios indígenas. Allí se planifican conjuntamente justo en una época en que todas las potencias coloniales promovían la segregación racial en los lugares de residencia y vida social.
En su diseño urbano, infrecuente en el contexto colonial, se aprecia un trazado amplio de gran escala, que se encuadra en el grupo de los planes contemporáneos de tradición anglosajona. Dentro de las teorías urbanas radiocéntricas ideadas por Ebenezer Howard, y materializadas en los planes fundacionales de Canberra (1908), por Walter B. Griffin, o Nueva Delhi (1911), por Edwin Lutyens, basados en un esquema de plazas nucleares entrelazadas por amplias vías, en contraposición a los planteamientos en malla, dominantes en el panorama de la planificación colonial. En la ciudad de Nova Lisboa, el modelo se resume a una única plaza como elemento generador de la matriz urbana, del cual irradian ocho avenidas según el plano original de Roma Machado.
Plano  fundacional de la ciudad de Huambo. Ingeniero Roma Machado, 1928

En su mayor parte, la división parcelaria se corresponde a la tipología de ciudad jardín con vivienda aislada, encuadrada en el citado esquema de crecimiento concéntrico para dotar a los burócratas portugueses, la ilusión de un paraíso de aislamiento y comodidades al margen de la sociedad africana denostada y marginalizada. El principal criterio de dimensionado del parcelario era que el morador tuviera la sensación de habitar un edén ajeno al contexto social de las poblaciones originarias del lugar en donde el funcionario colonial era destinado.
Como consecuencia el trazado urbano es deficiente en su estructuración para la actividad ciudadana en el espacio público, aún a pesar del protagonismo de multitud de plazas, parques y jardines de la planificación original. La ordenación parcelaria se corresponde con una tipología poco propicia para la interacción entre el espacio público y privado, tan necesaria para el intercambio y la actividad comercial. El jardín delantero crea una barrera que aísla a la vivienda en su planta baja y niega la relación directa con la calle, relegando la parte de la propiedad en contacto con el espacio público a la mera condición de acceso ornamentado. Este hecho, en la actualidad, explicaría la proliferación de construcciones precarias realizadas por los actuales moradores en los jardines frontales de las antiguas viviendas coloniales, abandonadas a toda prisa por la gran mayoría de los funcionarios y colonos portugueses durante el proceso de independencia y la posterior guerra civil. Hoy, esos espacios en contacto con la calle son destinados a diversos tipos de actividad comercial y servicios (cafeterías, bares, sastrerías y arreglos de vestuario, venta de víveres, etc.), con el fin de contribuir a la mejora de la precaria economía familiar en la mayoría de los casos.
Por otro lado, la vasta extensión de las manzanas -en unos casos por la agregación de superficies planificadas como tipología de vivienda unifamiliar aislada, en otros casos por la interrupción de su desarrollo-,  la falta de densidad de población asociada a este tipo de trazado urbano, sumada a la concepción concéntrica con acumulación de los equipamientos y servicios ciudadanos en el núcleo, invitan al uso del transporte privado para práctica totalidad de los desplazamientos, con sus derivados problemas fluidez en la circulación, y el paso obligado por el núcleo fundacional de la ciudad, por la falta de conectividad entre las diferentes áreas que rellenan los vacios entre las avenidas principales.
Otra de las consecuencias en términos sociales de la configuración formal y administrativa derivada de la planificación colonial es la segregación de las clases más desfavorecidas que trabajaban al servicio de de los funcionarios y la población colonial en general. Esa población situada en la parte más baja de la escala social tenía como máximo privilegio el destino de habitar en los “barrios indígenas” que como mucho suponían apenas un trazado viario y parcelaciones regularizadas donde ellos mismos debían recurrir a la autoconstrucción como medio de obtener vivienda. Solución que en principio no es mala si el estado ha hecho la labor previa de invertir en las infraestructuras y equipamientos básicos antes del comienzo del asentamiento, cosa que rara vez ocurre.

Zona central de la ciudad en la que se inserta el núcleo fundacional. Imagen: Google Earth

Esa población local inmigrante supone una fuerte presión demográfica que se va asentando, y aún hoy lo sigue haciendo, fuera de lo que era la ciudad planificada, la ciudad de origen europeo, o en sus intersticios sin ocupar, en un anillo densificado y sin infraestructuras ni equipamientos públicos. Los recién llegados se sitúan en esa especie de universo paralelo contrapuesto a la calma y tranquilidad de la ciudad jardín colonial. Los denominados “barrios peri-urbanos”, de convivencia bulliciosa, son los que albergan toda la vida y actividad que, paradójicamente, le falta a la laxa sociedad colonial y su ciudad formal. La relación entre la ciudad planificada y los barrios informales se agrava con fuertes desplazamientos radiales, a lo largo de la jornada laboral, de concentración y expansión. Estos movimientos de masas tienen el núcleo fundacional como epicentro, grupos de personas en busca de ocupación y recursos económicos, ya sea como servicio doméstico de las clases más pudientes, como empleados ordinarios por un sueldo bastante exiguo, en comparación tanto con el nivel de renta europeo, como con los beneficios empresariales obtenidos sobre el terreno por sus contratantes, o como sufridos vendedores ambulantes -por citar solamente algunas de las dedicaciones más visibles en el contexto africano. Movimientos que no hacen sino agravar los problemas de congestión del tránsito de la ciudad debido a su configuración concéntrica, donde la mayoría de servicios administrativos y las principales fuentes de recursos económicos se concentran en el mismo punto.

El abanico de retos del nuevo urbanismo es muy amplio en el contexto de la ciudad de Huambo, y del resto de ciudades de tamaño medio en el contexto angoleño y africano por extensión.
Wagadogo. Estudio de la parcelación de un barrio de la periferia de la ciudad Ouagadougou. Fuente: Antoine Djigma, 1984

El principal desafío se refiere al descubrimiento de cuales son los patrones de desarrollo que rigen la idiosincrasia de los asentamientos urbanos en el marco geográfico angoleño. Sobre todo en lo que se conocen como asentamientos informales, para poder estudiar los aspectos y dinámicas positivas, y potenciar la reconducción de sus carencias más urgentes de una manera más adecuada. Se trata de generar un marco legal simple, comprensible y lo suficientemente flexible, que sea capaz de integrar y aprehender la espontaneidad de los asentamientos urbanos y la precariedad económica de sus habitantes sin comprometer el desarrollo coherente del tejido urbano.
Posiblemente, el primer paso en este proceso de actuación sobre patrones informales de asentamiento sea reconocer y catastrar las áreas obviadas y no reconocidas de la ciudad, tanto burocrática como socialmente. En África, y en el caso particular de Angola, el porcentaje medio de la extensión de estos barrios es, nada menos, que del 85% del total del tejido urbano consolidado en las ciudades.
Muestra del tejido de un barrio periurbano de la ciudad de Huambo. Imagen: Google Earth

Otra actuación urgente, complementaria y simultánea a la anterior, sería comenzar procesos de mejora, utilizando el símil médico, de “cirugía no invasiva” o “microcirugía”, para iniciar procesos de recualificación urbana alterando lo menos posible la dinámica social existente en esto lugares. Los territorios africanos urbanizados, haciendo un análisis de sus indicadores urbanos, no están tan lejos -es más se ajustan bastante- a los parámetros ideales de lo que se preconiza como ciudad compacta. Y a todo esto se ha llegado de forma espontánea, no planificada. Estos procesos de mejora deben incidir en la dotación de infraestructuras básicas tales como los que corresponden al saneamiento y a los suministros de agua, eléctricos, etc. Y, también, en la mejora de la conectividad de los barrios, tanto a nivel interno como con la ciudad colonial formalizada.
Todos estos procesos pasan ineludiblemente por la implicación de las poblaciones moradoras de estos barrios, a nivel participativo en los procesos de mejora. Tanto en la toma de decisiones como en los procesos de ejecución material de las obras. En caso contrario, lo más seguro, es que toda iniciativa tomada de “arriba para abajo” esté destinada al fracaso.
En la situación particular de Huambo, al margen de esas cuestiones de ámbito más general -anteriormente citadas- las necesidades más urgentes al nivel del conjunto urbano están relacionadas con el encauzamiento de los procesos en curso de densificación del centro urbano, con la mejora de su conectividad interna, con la conservación de su patrimonio arquitectónico colonial -que lo tiene en abundancia-, y las necesidades culturales y económicas diversas de sus actuales habitantes Es especialmente relevante considerar la descentralización de las sedes administrativas, para poder conseguir una mayor cohesión social que redunde en el desarrollo conjunto de su sociedad urbana, hoy segregada por grandes escalones de renta.

Entrando a Huambo. Imagen: Wayoman

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