Stone Sky, Calistoga. James Turrell, 2005. Imagen: Florian Holzherr
En 2008, el arquitecto y crítico de arte contemporáneo Javier Maderuelo publicaba un extenso trabajo titulado La idea del espacio en la arquitectura y el arte contemporáneo. Es una obra que traza un recorrido de paralelismos entre las expresiones más genuinas de la arquitectura y la escultura para mostrarnos las fuertes interacciones entre ambas como expresiones artísticas que toman como base y material de trabajo al espacio.
Uno de los aspectos más interesante de esa publicación es la introducción a una reflexión sobre la misma idea del espacio y sobre conceptos inasibles y francamente subjetivos como lugar, sitio y habitación. Maderuelo parte de una personal interpretación de algunos recursos filosóficos y de una interpretación hermenéutica para explicar la evolución de las formas en el entendimiento contemporáneo del espacio. Aporta así una visión personal que, por su concisión y sencillez, ayuda mucho a entender un tema tan complejo.
Una primera cuestión que el autor plantea se refiere al término espacio. Aunque parezca una evidencia, al hablar de espacialidad no se suele coincidir en una interpretación similar. Es, además, un concepto usado con asiduidad por todos aquellos técnicos y artistas que se relacionan con la descripción, construcción y transformación de lo que nos rodea. Es decir, arquitectos, ingenieros, geógrafos, agrimensores pero también escultores, pintores, matemáticos, etc.
Maderuelo comienza haciendo una interpretación de las ideas y textos que recorren la historia, para introducir la revolucionaria idea de la relación necesaria entre el espacio y el tiempo, señalando lógicamente a Einstein que partiría de Aristóteles y Newton. Así, la idea del espacio para Aristóteles estaría ligada al concepto de topos o lugar entendido como un recinto con unas cualidades específicas que es identificable por un nombre concreto. Y para Newton, siguiendo también a Euclides, esa abstracción tendría una componente esencialmente matemática y física, un contenedor universal que abarcaría la totalidad de los objetos. Finalmente, Einstein relacionaría lo anterior con la percepción en el transcurso del tiempo, estableciendo un campo de análisis cuatridimensional. Así el espacio para él se transforma en algo relativo según enunció en su famosa teoría.
Yendo más allá de lo puramente científico, los filósofos introducen matices enriquecedores a esta especulación sobre el espacio. Y ahí es posible meditar con la idea de límites, el espacio sería por ello un ámbito en el que se pueden detectar ciertos límites que acaban definiéndolo. Así, el espacio queda definido como un contenedor, aquello que es capaz de contener determinado elementos y materiales. De acuerdo a la definición de Maderuelo, el espacio es aquello que proporciona unas cualidades de extensión, escala y carácter determinados.
Raum o Habitación. El espacio expositivo de la Galería FAK de Münster
Para determinados filósofos alemanes preocupados por estas cuestiones, con Martín Heidegger a la cabeza, todo lo anterior quedaría señalado en el vocablo raum (room para los anglosajones). Es algo que entronca con la percepción individual y se refiere al espacio que se encuentra cerrado, limitado visualmente. Podríamos interpretar esa habitación como el fragmento que podemos abarcar de esa totalidad conceptual inasible que es el espacio. Para Heidegger, el raum viene de una operación anterior, casi cultural, hacer espacio significa rozar, hacer sitio libre, algo abierto.
Félix Duque, un especulador intelectual español contemporáneo, que es también seguidor de Heidegger, aporta una reflexión sobre lo mismo intentando ir más allá:
El término castellano roza y el correspondiente alemán “das Roden” tienen la misma raíz indoeuropea y el mismo significado: hacer habitable un lugar talando árboles y drenando ciénagas. Una violenta actividad contra natura.
Y ahí surge un término más querido para los geógrafos, el lugar. Un espacio limitado por fronteras que son reconocibles porque han sido nombradas. Para Heidegger, el hombre existe en el espacio al dar lugar al espacio. Y, por ello, el espacio que adopta la geografía es aquel que se describe, en el que se distinguen direcciones y puntos cardinales, pero también accidentes naturales, topografía y formaciones geológicas singulares, elementos vegetales y animales, la biota, etc. Y, finalmente, ocupaciones humanas y a todas ellas se ha acabado asignándoles un nombre específico, un topónimo.
Una idea personal de la ciudad de Nueva York. Dibujo para la portada de la revista New Yorker. Saul Steinberg, 1976
Amsterdam. La visión desde el otro lado del Atlántico
Otro concepto esencial es el sitio. De acuerdo al Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, el sitio es el espacio que es ocupado o puede serlo por algo o alguien. Pero también, el palacio, la casa, la estancia o hacienda de un personaje y que les sirve de residencia. Esta idea de sitio enlaza con la pertenencia a algo, con la cultura de los pueblos y las personas: el sitio es por ello el espacio de algo o de alguien. Un lugar que ha sido apropiado porque ha sido cultivado o construido; y, por tanto, los humanos le han incorporado unos atributos específicos.
Los sujetos pertenecen a determinados territorios y, por tanto, esos espacios no nos pertenecen si no que, por el contrario, pertenecemos a ellos, conformando una relación cultural específica, diferenciada. Los lugares y sitios conforman así una mentalidad determinada que nos engloba en un espacio culturalmente afectivo y que condiciona nuestra manera de pensar y actuar. Somos poseídos por los lugares y los sitios.
Para Maderuelo, el espacio de la cultura es el definido por la expresión del arte, que se hace visible en la arquitectura. Y está marcado con nombres específicos y unas formas características que tienen unos significados diferenciales porque generan emociones peculiares que identifican a sus usuarios con ellos. La forma en cómo se ha dispuesto de un lugar por una colectividad determinada ha generado un impacto visual muy concreto que ya no es exactamente primigenio. Por ello, es tan importante la arquitectura, que es un reflejo material del transcurso del tiempo en los lugares, un rastro espacial que nos recuerda a los que nos han precedido. Cuando los lugares adquieren estos particulares caracteres y surge una cierta emoción para los que los habitan es cuando se ha generado el paisaje. El espacio designado por la geografía se ha transformado en paisajismo, la materia de poetas, literatos y otros relatores de nuestras realidades cotidianas.
Otros términos menores acaban de completar y precisarse en el libro de Maderuelo esta revisión actualizada de nuestras ideas sobre el espacio. Términos como entorno y ámbito son ambivalentes y que se referencian, que nos remiten a acotamientos conceptuales de lo espacial y geográfico relacionados con los cuerpos que se abarcan. El entorno nos remite a unas superficies y límites virtuales que determinan un perímetro perceptivo, mientras que ámbito intenta precisar su acotamiento conceptual en referencia a ese contorno o perímetro de un espacio o lugar.
Se podría extraer como corolario de lo anterior que la arquitectura para ser consecuente con la cultura asociada a los lugares debe estar inmersa en las realidades, emociones y mitos que forman el imaginario colectivo de una sociedad.
Pero yendo al papel del arte y de la arquitectura, hay que entender la enorme diferencia entre escultura y arquitectura que ha existido a lo largo de la historia. Para Brinkman, citado en este libro, mientras la escultura crea volúmenes que están en el espacio, la arquitectura es el arte de las superficies que están alrededor del espacio. La escultura es un arte que produce masas convexas y la arquitectura genera volúmenes tridimensionales esencialmente cóncavos. Hoy esos límites y diferencias tienden a diluirse y la interrelación intelectual entre escultores y arquitectos es constante siendo los primeros los que ha tomado la delantera en este proceso de hibridación. Los escultores han iniciado un asalto a los reductos de la arquitectura apoderándose paulatinamente de la usabilidad y habitabilidad de los espacios mientras que los segundos han ido tendiendo a hacer una arquitectura expresiva en la que se busca el ofrecimiento de formas que tienden a la convexidad. Hay que reconocer que la escultura contemporánea es hoy un depósito de ideas más fecundo en el avance del pensamiento de la humanidad.
Hay que agradecer su gran inteligencia a Maderuelo, que nos ha permitido tener esta síntesis extraordinaria, que explica conceptos tan abstrusos como los señalados de espacio, lugar. Y, con ello, poder entender que la arquitectura no es nada sin los sitios en los que se inscribe. Y también, su interpretación desde la perspectiva contemporánea, de la interferencia y mestizaje que se ha producido siempre entre las artes que a veces olvidamos.
Más información:
La idea del espacio en la arquitectura y el arte contemporáneo. Javier Maderuelo
Plano descriptivo de una fábrica China en la ciudad de Nagasaki. 1688